Aunque Trump jurará su cargo como el 47º presidente de Estados Unidos el 20 de enero, lleva semanas lanzando mensajes, en forma de amenazas, que permiten prever hacia donde se dirigirá su nueva Administración en relación con el resto del mundo y en política interna.
Trump dispone de dos años para llevar a cabo su programa con mínima oposición. Actualmente el partido republicano controla las dos cámaras del Congreso. En noviembre de 2026 tendrán lugar las elecciones de mitad de mandato (mid-term), en las que se renovará el 100% de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. A partir de entonces, Trump no tiene la seguridad de mantener el respaldo del Congreso para aprobar nuevas leyes sin oposición.
Una de las claves del nuevo mandato de Trump es la puesta en práctica de las medidas propuestas por el departamento dirigido por Elon Musk (DOGE: Department of Government Efficiency). Este departamento tiene fecha de caducidad el 4 de julio de 2026, apenas dentro de año y medio. Por lo tanto, las medidas de ahorro de costes y reducción de regulación propuestas por DOGE deberían ser aplicadas de forma relativamente próxima en el tiempo.
Algunos de los cambios de la nueva Administración Trump se verán de inmediato. De hecho, el primer día de su mandato se espera que firme cerca de 100 órdenes ejecutivas, incluyendo la declaración de emergencia nacional relativa a la inmigración ilegal; la derogación de regulación de la “agenda climática” relativa a la exploración y producción de petróleo y gas; la congelación de las contrataciones de personal en el gobierno federal; o la obligación de todos los trabajadores federales de volver al trabajo presencial; además de la derogación de medidas de clara inspiración “woke”.
Los mensajes o amenazas lanzados por Trump a Europa, China, México, Canadá o Dinamarca de más aranceles, si cada uno de ellos no acomete determinadas medidas, tienen más un componente de inicio de negociaciones bilaterales desde una posición de fuerza que una determinación de imposición inmediata de aranceles de forma indiscriminada.
Desde el punto de vista económico, la actuación de la nueva Administración Trump tiene dos limitantes claros: la inflación y el tipo de interés del T-Bond (bono del Tesoro a 10 años). Trump no puede permitirse que la inflación se dispare. Ello implicaría una rápida pérdida de popularidad y un repunte del tipo de interés del T-Bond por encima del 5% que pondría en riesgo la financiación del Tesoro de Estados Unidos, lo que podría provocar una corrección de envergadura en las bolsas. Trump siempre ha utilizado el comportamiento de la bolsa estadounidense como medida del éxito de su gestión.
El Tesoro americano tendrá que emitir este año algo más de 9 billones de dólares, entre la financiación del déficit actualmente presupuestado y la refinanciación de los vencimientos de deuda. Un mayor déficit fiscal del previsto incrementaría las necesidades de financiación y presionaría al alza los tipos de interés de los bonos.
Adicionalmente, las presiones inflacionistas actuales, antes de cualquier medida de la nueva Administración, son una realidad. El aumento de los precios de producción, el incremento de los precios de la energía tras las últimas sanciones a Rusia, la fortaleza del mercado laboral estadounidense y la presión de los salarios al alza hacen que los temores inflacionistas en Estados Unidos sean una realidad, como bien reflejan los últimos mensajes de la Fed.
No se puede descartar la imposición de aranceles a determinados productos chinos desde el primer día. Para ello tendría que declarar la emergencia nacional. Para el resto de socios comerciales es posible que se anuncien aranceles, pero de implementación gradual en el tiempo, dando margen a la negociación de estos. En cualquier caso, el efecto real sobre la inflación no será inmediato, aunque los mercados financieros reaccionen con espasmos ante el mero anuncio de futuros aranceles, aunque finalmente no se materialicen en los mismos términos anunciados previamente.
Trump tiene prisa en aplicar sus medidas. Habrá que diferenciar los anuncios de medidas a implementar en el futuro, como los aranceles, susceptibles de ser negociados ante de su implementación, de las medidas de aplicación inmediata. Los mercados financieros suelen reaccionar a los anuncios de medidas como si siempre fueran de aplicación inmediata. Trump sabe que, desde el punto de vista económico, las medidas adoptadas por su entrante Administración tienen que evitar a toda costa un fuerte repunte de la inflación y una elevación de los tipos de interés de bonos del Tesoro. En breve saldremos de dudas.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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