Opinión 24 febrero 2025

¿Tiene América también su problema dentro?

Uno de los mensajes de fondo que la nueva Administración americana está lanzando a Europa es que los problemas y amenazas a los que se enfrenta el Viejo Continente no vienen de fuera sino de dentro. Ese mensaje fue muy explícito en el ya famoso discurso del vicepresidente norteamericano J. D. Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich, al que aludíamos en nuestro anterior comentario. Y, curiosamente, una de las mejores cabezas de Europa, Mario Draghi, lanzó el mismo mensaje, desde el ángulo de la economía, en un brillante artículo publicado en Financial Times, como decíamos también la semana pasada.

A la luz de algunas decisiones y declaraciones de la nueva Administración Trump en materia de aranceles y a la luz, sobre todo, de la forma tan peculiar en la que Donald Trump está llevando su propuesta de paz para Ucrania, tal vez deberíamos concluir que a Estados Unidos le puede estar pasando lo mismo que a Europa, es decir, que tiene su principal problema dentro de casa y no fuera.

La agresiva política de “electroshock” y enfrentamiento frontal con el resto del mundo (salvo con Rusia) que está practicando el nuevo presidente americano, no solo puede suponer un entendimiento erróneo de lo que debe ser el nuevo orden mundial, sino que, sobre todo, puede estar sobreestimando el poder real de Estados Unidos y su capacidad para imponer unilateralmente sus decisiones al resto del mundo, siempre con la ya mencionada excepción de Putin, a quien Trump trata con una gran delicadeza.

No es solo que la política internacional requiera de una cierta “finesse”, en lugar de las bruscas y casi groseras maneras del nuevo “sheriff” (así lo llamó J.D. Vance en Múnich) de la Casa Blanca, sino que, además, en el mundo actual el poder está fragmentado y nadie tiene un poder absoluto. Es verdad que unos tienen más poder que otros y que EE. UU. tiene un enorme poder. De hecho, es con diferencia la nación más poderosa del mundo, pero no tiene un poder total, porque en el mundo del siglo XXI nadie lo tiene.

Pero es que, además, en este momento EE. UU. tampoco está en su momento más fuerte, porque arrastra una ingente deuda pública, que cada día se dispara más, y porque sufre un doble déficit público y exterior. Gastar más de lo que se tiene, que es lo que hace de forma permanente el Gobierno americano (en 2024 el déficit público ha acabado en el entorno del 7%) y vender al exterior menos de lo que se compra, no son situaciones que fortalezcan, más bien todo lo contrario, debilitan. Y si, además, la deuda pública supera ya el 120% del PIB, la fragilidad es aún mayor. Tal vez Trump no esté midiendo bien la reacción del resto del mundo y el coste de su agresiva actitud.

Todo lo anterior nos confirma la idea de que los problemas de Estados Unidos, por lo menos algunos, no están fuera sino dentro, y que no se van a arreglar con la fácil fórmula de poner aranceles a los bienes y servicios que vengan de fuera. Los problemas están dentro y uno de los problemas es que Trump no se dé cuenta de ello.

Es posible que la bajada de las bolsas americanas el pasado jueves y viernes tenga mucho que ver con esto. Tanto el S&P como el Eurostoxx marcaron nuevos máximos históricos de todos los tiempos en la primera mitad de la semana, pero los recortes llegaron en la parte final de la semana y fueron especialmente intensos para las Bolsas americanas en la sesión de cierre semanal del viernes, en la que el S&P y el Dow perdieron el 1,7%, el Nasdaq cayó el 2,2% y el Russell 2000 el 2,9%. Al final el S&P 500 sufrió un recorte semanal del 1,7%, el Dow Jones y el Nasdaq cayeron un 2,5% en la semana y el Russell 2000 cayó un 3,7%. Mientras tanto, en Europa, el Eurostoxx perdió solo un 0,3% en la semana, y el Nikkei un 1% tras subir la inflación al 4% en enero, una subida que explica por qué el Banco de Japón subió tipos en enero. En definitiva, la peor parte se la llevaron las bolsas americanas.

Parece, por tanto, que los inversores no están tan seguros del futuro como Trump y, tras una primera reacción eufórica celebrando el “trumpismo”, están empezando a descontar los aspectos menos positivos y los posibles efectos laterales. Dicho de otra forma, la ecuación “aranceles + bajada de impuestos = reactivación de la economía” queda muy bien porque es muy simple y fácil de entender, pero el problema es que en la realidad no funciona.

Esas dudas se han intensificado esta semana con los resultados de WalMart, publicados el jueves y con el dato de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan, publicado el viernes. WalMart dio buenos resultados, pero advirtió que el ritmo de crecimiento de los beneficios se va a desacelerar, y el índice de confianza del consumidor de Michigan quedó en 64,7 puntos en febrero, bajando casi un diez por ciento. Parece que los temores de inflación provocados por los aranceles han tenido algo que ver en esa caída, porque la expectativa de inflación de los consumidores para los próximos cinco años ha subido, según la Universidad de Michigan, al 3,5%. Son datos inquietantes que se unen a la fuerte caída de las ventas de viviendas usadas en enero en Estados Unidos y a la no menos fuerte contracción del PMI de servicios en febrero, según la estimación de S&P Global.

El fantasma de una economía de bajo crecimiento y con la inflación “sticky” asoma de nuevo y las políticas de Trump no ayudan a eliminarlos, sino todo lo contrario. Probablemente el “choque de trenes” del “trumpismo” con la Fed tiene mucho que ver con la necesidad que tiene Trump de reactivar el crecimiento doméstico y de contar con recursos suficientes. Trump quiere pleno apoyo financiero y recursos sin límite para su “guerra total y frontal” contra el resto del mundo, y la Fed no parece estar por la labor.

La subida del yen, que en lo que va de año se ha revalorizado casi un 5% respecto al dólar, se ha convertido en otro riesgo eventual para las bolsas americanas, que no olvidan lo que sucedió a principios de agosto cuando, al subir el yen, se deshicieron aceleradamente posiciones en las bolsas americanas, que habían sido financiadas en yenes. Y, precisamente, esa eventual subida del yen en un momento en el que el Banco de Japón está ajustando los tipos de interés al alza, impide a la Fed bajarlos, que es lo que Trump desea. No hay que olvidar, además, que los japoneses son los primeros tenedores extranjeros de deuda pública norteamericana y el riesgo de que vendan sus bonos del Tesoro si el dólar baja es grande.

Las bolsas pueden estar percibiendo todo esto, y por eso las bolsas americanas lo están pasando regular, mientras que las europeas emergen como sorprendentes ganadoras. En lo que va de año varios índices europeos como el Eurostoxx, el Dax, el Ibex o el Mib italiano han experimentado alzas significativas entre el 11% y el 12,6%, mientras que en EE. UU. el Dow Jones sube solo el 2%, el Nasdaq el 1,1%, el S&P el 4% y el Russell 2000 baja el 1,5%.

Los mercados financieros se convierten así en la única limitación, hoy por hoy, al poder absoluto del “trumpismo”, un poder absoluto que ha llegado al extremo en las actuales negociaciones sobre la guerra de Ucrania, en las que directamente se deja fuera a Europa y a la propia Ucrania.

Lo que suceda tras las elecciones alemanas de este domingo adquiere así una importancia capital, pero la gran pregunta es si Trump va a persistir o no en su guerra total contra el mundo (salvo Putin). Si ese enfoque persiste, nuestra opinión es que las bolsas van a sufrir, aunque a medio plazo la renta variable es la ganadora absoluta.

De momento, esta semana tenemos los resultados de Nvidia el miércoles y también los de Salesforce, eBay o, en el plano de las “retailers”, Home Depot y Lowe’s, entre otras. En Europa, destacan los de Allianz, Telefónica, Danone o Ferrovial, entre otras. En el plano macroeconómico la referencia es, sin duda, el deflactor de gastos personales (PCE deflator) de enero en Estados Unidos, al ser la medida de inflación que sigue la Fed.

No vemos realmente tensiones de fondo en las bolsas y apostaríamos por una nueva semana tranquila, aunque ligeramente bajista.

 

Juan Carlos Ureta Domingo
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