Han bastado diez días desde la toma de posesión de la presidencia de Estados Unidos por parte de Trump para que algo empiece a moverse en Europa. El anuncio de una batería de medidas desreguladoras, la derogación de normativa ESG y medioambiental, y la exigencia de más gasto en defensa por parte de Trump, han servido para que en la Eurozona se alcen voces gubernamentales criticando la apisonadora regulatoria europea. Voces que, hasta ahora, habían sido muy complacientes con la creciente regulación europea.
Coincidirá en el tiempo, pero es la primera vez que públicamente gobiernos como el francés o el alemán levantan la voz contra el exceso regulatorio de Bruselas que merma la competitividad de las empresas europeas.
El pasado viernes, el gobierno francés emitió un documento instando a modificar el marco regulatorio europeo para impulsar la competitividad, comenzando por las normas ESG, incluyendo las medioambientales. El gobierno francés, hasta ahora uno de los abanderados en la agende verde y ESG, pide una pausa en la aplicación de nuevas regulaciones y una revisión de la regulación actual en un contexto de enorme competencia internacional. Conviene recordar que en 2022 Macron fue el impulsor de esta regulación sobre las empresas.
Por su parte, el todavía canciller alemán, Olaf Scholz, ha solicitado formalmente a la Comisión Europea una pausa de dos años en las nuevas obligaciones de información a las empresas sobre sostenibilidad. Es algo totalmente insuficiente, pero es un comienzo.
Desde el sector privado las quejas no son nuevas. En 2024, la principal patronal de la industria alemana ya manifestó que, en las condiciones actuales, las empresas industriales alemanas invertirán en otros países antes que en Alemania.
La realidad es que las medidas y las bravuconadas de Trump, al menos, están sirviendo para abrir tímidamente los ojos sobre la situación real de Europa: sin energía, sin defensa, sin tecnología.
- SIN ENERGÍA. En el trilema energético (seguridad del suministro, asequibilidad de la energía y sostenibilidad medioambiental), la Unión Europea prioriza la sostenibilidad sobre la seguridad y la asequibilidad de la energía.
Así, aunque la energía nuclear se considere energía verde desde 2022 y el gas de forma transitoria, la realidad es que Alemania ha cerrado sus centrales nucleares y España está en ello. La limitación temporal de la consideración del gas como energía verde impide realizar contratos de largo plazo (20 o 30 años), lo que sitúa a los compradores europeos en desventaja en los mercados internacionales de gas.
Los productores de gas, que también tienen que realizar inversiones para mantener y aumentar su producción, prefieren vender con contratos a largo plazo. Adicionalmente, la obtención de gas mediante fracturación hidráulica (fracking) está muy limitada en Europa, con prohibición total en países como España o Francia.
Europa sigue apostando por la descarbonización en solitario, a pesar de que Europa supone apenas el 7% de emisiones de CO2 a la atmósfera. La realidad es que el 60% de la energía utilizada en la Unión Europea es importada.
- SIN DEFENSA. Trump ha vuelto a recordar a Europa que la mayoría de los miembros de la OTAN (entre ellos las principales economías de la UE) deben aumentar su gasto en defensa.
Estados Unidos aporta dos tercios del presupuesto de la alianza, equivalente a un 3,5% de su PIB, mientras que ocho países europeos no alcanzan el 2% y sólo cinco países superan el 3%. España está a la cola en el gasto en defensa.
El problema de Europa no es sólo de gasto en defensa, sino de multitud de ejércitos descoordinados respecto a sus inversiones en defensa. Como muestra, nueve países europeos de la alianza disponen de 10 tipos de tanques distintos. La falta de sinergias es evidente.
- SIN TECNOLOGÍA. Europa es altamente dependiente de los grandes gigantes tecnológicos, principalmente estadounidenses. Las empresas tecnológicas punteras en Europa se pueden contar con los dedos de una mano, con una fracción de valor respecto a los gigantes americanos. En la carrera por la Inteligencia Artificial, es fundamental disponer de elevados volúmenes de inversión y energía barata. A pesar de existir algunos pequeños operadores europeos, la distancia con los líderes estadounidenses y chinos es abismal.
Bienvenidas sean las voces oficiales que empiezan a reconocer tímidamente la asfixia regulatoria a las empresas, así como el reciente informe de la Comisión Europea “destinado a ganar competitividad”.
Cada año Europa invierte unos 250.000 millones de dólares en Estados Unidos. La pregunta que deberían hacerse las autoridades es por qué dichas inversiones prefieren a Estados Unidos en lugar de materializarse en Europa. Los inversores y las empresas son libres para elegir el mejor destino de sus inversiones.
Al menos las grandes empresas europeas son multinacionales cuyas inversiones y ventas son globales. Para muestra un botón: las empresas incluidas en el índice DAX de la bolsa alemana realizan el 80% de sus ventas fuera de Alemania. Esto permite que, a pesar de la situación económica alemana, su bolsa esté en máximos históricos.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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