Bastan diez horas de apagón general para que cualquier ciudadano sea consciente de la dependencia de nuestra economía de contar con una seguridad del suministro eléctrico. El “gran apagón” sufrido demuestra que algo que los ciudadanos dan por garantizado, como es la seguridad del suministro eléctrico continuo, puede no estar garantizado en función de múltiples factores.
El trilema energético consiste en la priorización que las autoridades hagan de los tres principales factores de la política energética: la seguridad del suministro energético, la asequibilidad del coste de la energía y la sostenibilidad medioambiental. Siendo importantes los tres, el “gran apagón” evidencia que la seguridad del suministro debería ser la prioridad. De nada sirve disponer de un elevado origen de la energía (electricidad en este caso) procedente de fuentes consideradas limpias, si no existe garantía en el suministro.
Recientemente, antes del “gran apagón”, se han publicado dos informes (“Northwood University and Mackinac Center” y “The Heartland Institute”) sobre la seguridad del suministro, la asequibilidad y la sostenibilidad de cada una de las distintas fuentes de energía: gas natural, energía nuclear, energía hidroeléctrica, carbón, energía eólica y energía fotovoltaica. Estos análisis no incorporan la parte de gestión de la red eléctrica, que es fundamental y se ve condicionada por el distinto “mix” de fuentes energéticas.
Aunque los estudios están realizados sobre el sistema energético de Estados Unidos, sus conclusiones son relevantes para ser tenidas en consideración.

Fuente: Northwood University and Mackinac Center
Ambos estudios consideran que el gas natural es la fuente de energía más asequible, más fiable y más limpia. Además de ser barato, tiene un alto poder calorífico, fundamental para determinados procesos industriales. Cierto es que el gas natural es sensiblemente más barato en Estados Unidos que en Europa. Cabe recordar que el gas natural no era considerado una energía limpia para la UE hasta que en 2022 se le dio dicha consideración, aunque solo de forma temporal.
De acuerdo con los dos informes mencionados, las siguientes fuentes de energía “recomendables” son la energía nuclear, la hidroeléctrica y, sorprendentemente, el carbón.
Ambos informes consideran que la energía solar y fotovoltaica es sensiblemente más cara de lo generalmente considerado, si se tiene en cuenta su intermitencia y la frecuente impredecibilidad que estas fuentes de energía transmiten al coste de la red eléctrica. Adicionalmente, tanto los grandes parques eólicos como fotovoltaicos suelen estar lejos de las zonas de consumo, necesitando cuantiosas inversiones en redes de transmisión eléctrica.
Aunque las energías solar y eólica no generan emisiones directas, como tampoco lo hacen la hidroeléctrica, ni la nuclear, es evidente que tienen un elevado impacto en los ecosistemas, requiriendo grandes extensiones de terreno y transformando el entorno en el que operan.
Desconozco si ambos informes mencionados tienen algún sesgo no confesable que provoque determinadas conclusiones. En cualquier caso, eventos como el “gran apagón” deberían ayudar a replantear la política energética y la priorización de la sostenibilidad medioambiental sobre la seguridad en el suministro. Adicionalmente a lo anterior, la existencia de un gestor de la red sólido y solvente es crucial para garantizar la seguridad del suministro, como lo ha sido Red Eléctrica durante décadas.
A mayor desarrollo económico, mayor consumo de energía. Por lo tanto, antes de pensar en la sustitución de las fuentes de energía actuales habrá que garantizar la seguridad del suministro energético. Las energías tradicionales, incluidas las fósiles, y las energías renovables son complementarias, no sustitutivas.
Durante el “gran apagón”, las empresas que consiguieron seguir operando, incluyendo los quirófanos en los hospitales, lo hicieron, en la mayoría de los casos, gracias a generadores de electricidad alimentados con combustibles fósiles. El “gran apagón” debería hacer reflexionar sobre la ansiada transición energética que Europa pretende hacer prácticamente en solitario. De momento, es fácil augurar una vida mucho más larga a los combustibles fósiles de lo pronosticado por las voluntaristas autoridades europeas.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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