Opinión 31 octubre 2025

Quo Vadis, Europa?


¿Qué concepto se tendría de una empresa que en veinte años pasara de una cuota de mercado del 31% a una cuota de apenas el 17%?
Sin duda, se consideraría que es una empresa en decadencia y que necesita cambiar su rumbo si quiere volver a ser una referencia en su mercado.

Los porcentajes mencionados no se refieren a una empresa, sino que reflejan la evolución del peso de la economía de la UE respecto a la economía mundial. La pérdida de peso de la economía europea en la economía global es una constante en las últimas décadas y, lamentablemente, no parece que se estén tomando las medidas adecuadas para revertir esta situación.

Existe consenso en considerar el desarrollo y aplicación de la Inteligencia Artificial (IA) como un elemento diferencial en el crecimiento futuro de las distintas economías. Su implementación gradual en los distintos sectores impulsará la productividad y el crecimiento económico.

Lamentablemente, los líderes en el desarrollo de la IA son Estados Unidos y China. Europa, a pesar de contar con un puñado de buenas empresas tecnológicas (ASML, Siemens, SAP), no cuenta con ningún gigante en el desarrollo de la IA. Aunque existen proyectos dentro de la UE para la deseada soberanía tecnológica europea, como los proyectos Chips Act, Gaia-X y la estrategia “seda digital europea”, parecen poco realistas en la consecución de los objetivos planteados y están muy distanciados del plan de Estados Unidos (America’s AI Action Plan) para el desarrollo y el despliegue de la IA en toda la economía.

El plan estadounidense establece como base para el desarrollo de la Inteligencia Artificial la creación de un sector de semiconductores, la inversión en grandes centros de datos (granjas de ordenadores) y la inversión en nuevas fuentes energéticas y redes eléctricas que puedan dar soporte al esperado fuerte incremento de la demanda eléctrica sin sufrir apagones.

Estados Unidos establece como prioritario aumentar la generación eléctrica a través de todas las fuentes disponibles, con un fuerte peso en el desarrollo de la energía nuclear e incluso de las energías fósiles.

Por el contrario, Europa sigue teniendo una política energética e industrial autodestructiva, limitando la generación eléctrica por la priorización de las medidas de transición energética y manteniendo decisiones como acabar con los motores de combustión en 2035.

Europa parece centrada en liderar los esfuerzos en la descarbonización a nivel global, sin medir el daño que dichas medidas, tomadas de forma aislada y sin el seguimiento del resto de las economías, suponen para la competitividad europea y el crecimiento económico.

Muestra de esta obcecación descarbonizadora a toda costa es la carta conjunta enviada por los ministros de Energía de Estados Unidos y Catar, dos de los principales exportadores de gas a Europa, a las autoridades europeas, sobre las pésimas consecuencias que tendría para las inversiones y los suministros energéticos a la UE la aprobación de la “Directiva europea sobre la diligencia debida en materia de sostenibilidad de las empresas”.

De acuerdo con la redacción actual de la Directiva, los distintos países de la UE podrán multar con hasta el 5% de su facturación a las empresas cuyas cadenas de suministro dañen el medioambiente. La Directiva aplicaría también a las empresas que, aunque no sean de la UE, facturen más de 450 millones de euros en el área.

Este es el tipo de medidas a las que se refieren Trump (y Draghi) cuando se mencionan las barreras comerciales no arancelarias. Además, esta Directiva pone en peligro el compromiso europeo, alcanzado en el acuerdo comercial bilateral, de compra de fuertes volúmenes de productos energéticos a Estados Unidos.

Tanto Estados Unidos como Catar, importantes exportadores energéticos a Europa, consideran que dicha Directiva es una amenaza existencial al crecimiento, la competitividad y la resistencia de la economía europea. Adicionalmente, pone en peligro relevantes inversiones de Europa.

Una de las principales preocupaciones de Estados Unidos es tener acceso a las mayores fuentes energéticas posibles, entre otras causas por la fuerte demanda que provendrá del desarrollo de la IA. Europa, por el contrario, parece priorizar la descarbonización, aunque sea a costa del crecimiento, de la competitividad europea y del bienestar de los europeos.

Desafortunadamente, nada hace pensar que la pérdida de peso de la economía europea en la economía global haya tocado suelo.


Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista. 



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