Hace un mes, en la famosa y no muy edificante escena del Despacho Oval, Trump afirmaba frente a un sorprendido Zelenski tener todas las cartas en su mano (“I have the cards”), pero tal vez los recientes datos económicos hayan movido al presidente norteamericano a entender que, aunque Estados Unidos sigue siendo el país más poderoso del mundo y su economía es la más innovadora y la más pujante, hay, sin embargo, algunos límites a su poder. Limites que podrían llevar a pensar que las cartas con las que juega Estados Unidos, siendo buenas, a lo mejor no son tan ganadoras como parece. O, dicho de otro modo, a la vista de los recientes datos macroeconómicos y a la vista del comportamiento de las bolsas, es posible que Estados Unidos necesite al resto del mundo un poco más de lo que Trump desearía.
Esta reflexión es casi obligada al empezar una semana en la que vamos a tener una fecha importante, el miércoles 2 de abril, que Trump ha bautizado como "Día de la Liberación" de Estados Unidos, al ser el día en el que se pondrán en marcha los aranceles generalizados frente al resto del mundo, pero también otra fecha no menos importante, que es el viernes 4 de abril, día en el que se publica el informe de empleo americano de marzo y con el que podremos confirmar si las luces que se han encendido recientemente en los indicadores macro norteamericanos son o no tan inquietantes como parecen.
El informe de empleo es relevante porque si, como ha sucedido los dos últimos meses, se pone de manifiesto una cierta desaceleración del empleo, las posibilidades de que haya una contracción futura del consumo suben, con el consiguiente impacto en el crecimiento, dado que un 70% del PIB norteamericano es generado por el consumo. Los analistas están estimando una caída en la creación de empleo en marzo, previendo unos 130 mil nuevos empleos frente a los 151 mil de febrero y los 190 mil de media en los seis últimos meses.
La posible desaceleración del consumo está siendo anticipada, además, por los llamados datos “soft”, es decir, los indicadores anticipados de sentimiento. El pasado martes se publicó el índice de confianza del consumidor de la Conference Board, que suele ser menos sensible que el de la Universidad de Michigan a las variaciones en las expectativas de inflación, y que alcanzó su nivel más bajo en 12 años, reflejando probablemente la inquietud generada por las políticas de Donald Trump. El componente de expectativas se desplomó 9,6 puntos, hasta 65,2, su mínimo en los últimos cuatro años, y las familias expresaron una creciente preocupación por la evolución del mercado bursátil. Solo el 37,4% espera un aumento en los precios de las acciones en el próximo año, diez puntos menos que en febrero y veinte por debajo del pico registrado en noviembre de 2024. Las expectativas de inflación a 12 meses siguen al alza, mientras que la confianza en la fortaleza del mercado laboral se deteriora bruscamente.
Estos datos de la Conference Board no son los únicos que avisan de una posible contracción en la primera economía del mundo. Hay un conjunto de indicadores recientes, como las ventas minoristas o la encuesta de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan, o el “guidance” dado por Walmart en su presentación de resultados, que van en la misma línea, pero lo cierto es que, en base a este informe de la Conference Board, la Fed de Atlanta ha pasado de estimar una contracción en el primer trimestre del 1,8% a estimar una contracción del 2,8%, siempre en base trimestral anualizada. Un dato que, de confirmarse, será el peor desde la pandemia.
Si de la visión macro pasamos a los mercados financieros, lo primero que hay que decir es que las bolsas están siendo extremadamente sensibles a los aranceles y, sorprendentemente, casi más las americanas que las europeas. Lo vimos hace una semana, el pasado lunes, cuando los índices subieron con fuerza por la filtración de que Trump podría moderar los aranceles previstos para el 2 de abril, siendo precisamente los americanos los que más subieron. Volvimos a verlo el jueves, pero al revés, cuando los índices recortaron tras anunciar Trump aranceles del 25% a los automóviles y confirmar que el 2 de abril irá adelante con los aranceles masivos. En esta ocasión, las bolsas europeas y, sobre todo, el sector del automóvil acusaron también el impacto, si bien el viernes los índices americanos cayeron de nuevo más y al final de la semana los recortes han sido similares a ambos lados del Atlántico, llevándose la peor parte las tecnológicas americanas (Eurostoxx -1,7%, S&P -1,45% Nasdaq -2,6%).
Todo indica que Trump llevará adelante su propósito de imponer aranceles generalizados el 2 de abril, siguiendo esa política de “electroshock” que ya fue seña de identidad en su primer mandato, pero la diferencia es que ahora la escala de los aranceles es mucho mayor y el entorno macro de la economía norteamericana es bastante peor que el de 2017. No solo han subido notablemente el déficit público y la deuda pública, que están ya en niveles preocupantes, sino que, además, la capacidad de actuación de las políticas monetarias y fiscales ha bajado drásticamente. Hay que recordar que ya en el primer mandato la economía empezó a desacelerarse a fines de 2018, provocando una impresionante caída de las bolsas justo en la Navidad de aquel año, y fue la rápida intervención de la Fed la que permitió superar la situación. Ahora está por ver si la Fed podría o no ayudar si hay una contracción similar de la economía y de las bolsas.
Está por ver cómo actuaría Trump en esa situación. Una cosa es decir en una entrevista televisiva que la recesión y las caídas de las bolsas son “saludables” y otra es sufrir de verdad un serio desplome. Más aún si va acompañado de una inflación resistente, como indicó el dato del deflactor de gastos personales (PCE deflator) de febrero que se publicó el pasado viernes y que subió por encima de las expectativas, al 2,8% en el dato de la subyacente. Trump no solo es muy sensible a los movimientos de las bolsas y a los datos de confianza de los consumidores, sino que además es perfectamente consciente de que una de las claves de su victoria ha sido la frustración de los americanos con la inflación. Y aunque la narrativa de la “desintoxicación” del secretario del Tesoro Scott Bessent busca transmitir a la ciudadanía una idea de sostenibilidad macroeconómica a largo plazo, su aplicación conlleva riesgos en el corto plazo para los mercados y para la estabilidad económica, riesgos que la ciudadanía percibirá.
El S&P cerró el viernes pasado en 5.580 puntos, todavía holgadamente por encima del primer soporte de los 5.500 puntos en el que se paró la caída hace dos semanas. Si rompe ese soporte podría ir a buscar los mínimos del pasado 5 de agosto, en los 5.100 puntos.
Las bolsas americanas, al comportarse peor que las europeas, están diciéndole a Trump que sus políticas pueden ser muy perjudiciales también para Estados Unidos y que no basta con decir que la economía norteamericana será la menos perjudicada por los aranceles y que el impacto para otras economías será mucho peor. El resto del mundo también tiene sus cartas y no deben ser del todo malas cuando vemos, por ejemplo, que desde el 1 de enero las grandes compañías automovilísticas alemanas, que claramente son víctimas del “trumpismo”, caen bastante menos que las grandes tecnológicas norteamericanas, que deberían ser las claras ganadoras del “Make America Great Again”. Volkswagen sube un 8,9% desde el 1 de enero y Mercedes Benz sube un 3,6%, mientras que, por ejemplo, Apple baja un 16,2% desde el inicio de año, Alphabet un 18% y Microsoft un 10%. Son solo algunos ejemplos de cómo el mercado está leyendo las políticas de Trump.
Estaremos atentos al 2 de abril parar ver si Trump cumple su amenaza y también al 4 de abril para ver si la economía americana realmente tiene o no las cartas que Trump dice tener.
Juan Carlos Ureta Domingo
Tel: 91 398 48 05 Email: clientes@renta4.es