Opinión

Powell pone a Wall Street frente al espejo

Si, como decía Oscar Wilde, las cosas siempre tienen una “buena” razón, y luego está la “verdadera” razón, no cabe duda de que la caída de Wall Street tras las palabras de Powell en la rueda de prensa posterior a la reunión de la Fed el pasado miércoles tiene su explicación lógica en el cambio que Powell hizo de su discurso en relación con el 2025, al pasar de la tesis del aterrizaje suave a un escenario mucho menos complaciente de mayor inflación y menor crecimiento.

Esa sería la “buena” razón, es decir, la explicación oficial de la caída de las Bolsas tras la rueda de prensa del presidente de la Fed el miércoles. Pero tal vez, además, podamos buscar una cierta relación entre la caída del S&P el miércoles y jueves y la llamada “triple hora bruja”, es decir, el vencimiento trimestral de opciones y futuros que tuvo lugar el viernes y que era, además, el cuarto y último vencimiento del año. Los grandes operadores y los bancos de inversión tienen posiciones muy relevantes en derivados y el nivel en el que cierre el vencimiento trimestral no les es indiferente, porque puede provocar pérdidas o beneficios no pequeños en sus cuentas.

Ese ángulo explicaría tanto las caídas de los índices americanos tras las palabras del Powell el miércoles como, sobre todo, el radical giro al alza de esos mismos índices el pasado viernes, justo después del vencimiento trimestral, pasando de las caídas a las subidas y cerrando finalmente la sesión en positivo. Es verdad que el viernes ayudaron mucho tanto el dato del deflactor de gastos personales de noviembre en Estados Unidos (PCE deflator) que subió al 2,4% en lugar del 2,5% que se esperaba, como el índice de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan, que subió por quinto mes consecutivo en diciembre. Ambos datos se publicaron en la jornada de cierre semanal y, sin duda, contribuyeron al rebote de las Bolsas, pero sin necesidad de entrar en análisis “conspiranoicos”, cabe también pensar que el vencimiento de opciones y futuros del viernes ha tenido algo que ver en las caídas del miércoles y el jueves y en el rebote del viernes.

Sea o no cierto lo anterior, y en cierto modo de cara al análisis de medio plazo no es demasiado relevante que lo sea o no, lo importante es que la Fed y su presidente Jerome Powell han venido a poner a Wall Street frente al espejo y a mostrarle sus excesos y contradicciones, sobre todo a la hora de celebrar de forma tan entusiasta las nuevas políticas de Trump. Como decíamos en nuestro comentario del pasado 2 de diciembre, la llamada “trumponomics” tiene luces y sombras y las Bolsas americanas han obviado los aspectos menos positivos de las propuestas de Trump.

Lo que ha venido a recordar Powell el pasado miércoles, con su aséptico y frío lenguaje de banquero central, es que todo indica que las políticas que propone el nuevo presidente serán básicamente inflacionarias y que podrían a la vez reducir el crecimiento, incluso el de la economía norteamericana. Subir los aranceles y alentar el proteccionismo se traduce de forma bastante clara en mayores precios de los bienes y servicios, y eso es algo que no es difícil de comprender, pero además impacta también negativamente en el crecimiento económico del resto del mundo, y como ya hemos dicho varias veces en estos comentarios, en un mundo tan interconectado como el actual, pensar que Estados Unidos va a crecer en solitario es, simplemente, ilusorio.

Pero entender el mensaje de Powell como un mensaje “anti Trump”, tal y como lo han hecho algunos comentaristas, sería, a nuestro juicio, un error. Los problemas que va a tener que gestionar Trump son anteriores a él, y la Fed ha venido advirtiendo de ellos mucho antes de que Trump fuese elegido como nuevo presidente. Es verdad que las propuestas de la “trumponomics” pueden provocar más inflación y menos crecimiento, pero hay otros temas que hereda Trump y, sobre todo uno, el de la gigantesca deuda pública norteamericana, que ya ha empezado a crear tensión estos últimos días, antes de la toma de posesión  formal de Trump como nuevo presidente. Aunque se ha alcanzado finalmente un acuerdo entre demócratas y republicanos para evitar in extremis el cierre temporal de la administración publica, con una prórroga hasta marzo, las tensiones son cada vez mayores.     

El problema de la enorme, excesiva y creciente deuda pública va a ser, en nuestra opinión, el factor más desestabilizante al que va a tenerse que enfrentar Trump, y no solo Trump. En general, los gobiernos se han dedicado a gastar más de lo que ingresan y la consecuencia es que hoy tenemos ya una crisis fiscal abierta en Brasil, otra en Francia, y la amenaza de crisis de deuda a medio plazo en muchos otros países, incluido Estados Unidos e incluido también, aunque pueda sonar extraño en este “mundo feliz” en el que se nos dice que vive la economía española.

Como ya hemos dicho en varios de estos comentarios a lo largo del año, ese es el gran “cisne blanco” de las Bolsas y de los mercados de bonos en el 2025 y eso es probablemente lo que está detrás de las palabras de Powell el pasado miércoles. Puede argumentarse, y es verdad, que es un problema que viene arrastrándose desde hace muchos años y que hasta ahora no ha pasado nada, pese a los muchos agoreros (“doomsayers”) que vienen pronosticando un ‘crash’. Pero circular con ruedas desgastadas con el argumento de que ya hemos recorrido con ellas muchos kilómetros y no ha pasado nada suele ser un planteamiento arriesgado.

Todos estos temas han sobrevolado los días pasados en las Bolsas y la intervención de Powell no ha hecho sino recordarlos, viniendo probablemente muy bien a quienes, por los motivos que fuesen, deseaban que el vencimiento trimestral de las opciones en septiembre cerrase en niveles algo más bajos. Pero son problemas de fondo que van mucho más allá de la minicorrección de estos días.

Afrontamos la recta final del año con los tipos de los bonos de largo plazo subiendo (el T bond americano está por encima del 4,5% y en Europa el bono del Tesoro francés a diez años está en el 3,1%), con el dólar fuerte,  en 1,04 contra el euro y acercándose a la paridad, con la economía más o menos bien, con las Bolsas americanas muy cerca de máximos (S&P +24,3% acumulado, Nasdaq +30,4%), a pesar de las correcciones de la semana pasada, y con las Bolsas europeas en peor situación, salvo curiosamente la alemana, que sube un 18,7% en el año.

Los Bancos Centrales se muestran cautelosos a la hora de relajar más las condiciones monetarias, y no solo es la Fed americana, también hemos visto esta última semana cómo el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón, el Banco Central chino (People’s Bank of China) y el Banco de Noruega han mantenido los tipos, sin bajarlos. Esas decisiones han podido contribuir, junto a las palabras de Powell, a ese pequeño terremoto en las Bolsas de la semana pasada, que al final ha hecho que el Eurostoxx haya caído un 2,1% en la semana, el Nikkei un 1,9%, el Dow Jones un 2,2%, el S&P un 2% y el Nasdaq un 1,8%.

Pero los mercados siguen confiando en el apoyo de la Fed y de los restantes Bancos Centrales, y piensan que el mercado alcista continuará en el 2025. La mayor parte de las casas de análisis apuestan por niveles del S&P superiores a los 6.500 puntos para el año que viene. Esta última semana, Bank of America ha dado como objetivo del S&P para 2025 unos diabólicos 6.666 puntos, que será multiplicar por diez el no menos diabólico mínimo de 666 puntos que marcó el S&P el 9 de marzo de 2009. UBS y la gestora americana Federated Hermes han dado como objetivo 7.000 puntos y, en general, todos esperan crecimientos de beneficios de las empresas americanas por encima del 10%.

En ese entorno, lo que cabe esperar, cuando quedan ya muy pocas sesiones para finalizar el año, es que el llamado “rally de Navidad ayude a las Bolsas y tengamos un fin de año tranquilo en los mercados, a la espera de ver cómo si en el 2025 continúa o no lo que Ruchir Sharma, presidente de Rockefeller International, llama el “excepcionalismo estadounidense”, es decir, la creencia de que la economía norteamericana es superior a las demás y puede permitirse desequilibrios que otros no pueden permitirse, incluida una deuda pública a todas luces excesiva.




Juan Carlos Ureta Domingo
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