En unas pocas semanas ha quedado claro cuáles son las intenciones y las formas de Trump. Utilizará la amenaza de fuertes aranceles para (coaccionar) negociar con sus socios comerciales para lograr sus objetivos económicos y políticos. Estos objetivos van desde la aceptación de inmigrantes ilegales repatriados (Colombia), al control de la frontera (México y Canadá), a la menor influencia de China (Panamá), o a la compra de gas y armamento estadounidense (Unión Europea).
Desde el punto de vista económico, Trump tiene que mantener un difícil equilibrio entre las medidas a adoptar para no desencadenar una espiral inflacionista, o una entrada en recesión de la economía americana. Además, tampoco puede tomar medidas que creen desconfianza hacia el bono del Tesoro americano y dispare el tipo de interés exigido por los inversores y, por tanto, el coste financiero de su deuda.
Anunciar fuertes aranceles del 25% primero a Colombia, y posteriormente a México y Canadá (del 10% a los productos energéticos), y cancelar o posponer su aplicación en menos de 24 horas, tras llamadas telefónicas con los presidentes de dichos países, dice mucho de las intenciones reales y de las formas de negociación de Trump. Primero plantea unas exigencias de máximos, para finalmente llegar a un acuerdo alejado de dichos niveles, pero que mejora la situación de partida de Estados Unidos.
Trump no puede permitirse que la inflación se desboque. Sabe que el aumento del coste de la vida superior al 20% durante los cuatro años de Biden ha sido una de las causas de su triunfo electoral. Dentro de apenas veintidós meses vuelve a haber elecciones, que pueden poner fin al control republicano de las dos cámaras del Congreso estadounidense. Adicionalmente, un aumento de las expectativas de inflación implicaría un aumento de los tipos de interés exigidos por los inversores a los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Durante este año 2025, el Tesoro tiene que emitir deuda (bonos y letras) por un importe de 9 billones de dólares (trillones americanos). Esta cantidad no incluye posibles aumentos adicionales del déficit.
Por un lado, Trump se ha comprometido a prorrogar la rebaja de impuestos de 2017 que vence al final de este año. Dicha medida, en función de su extensión, supondría unos 200 billones de dólares de menores ingresos fiscales al año. A corto plazo parece difícil esperar resultados cuantiosos de recortes de gastos promovidos por DOGE, el departamento de eficiencia gubernamental dirigido por Elon Musk. Por lo tanto, la única vía de aumentar los ingresos fiscales es incrementar los aranceles aplicados a las importaciones.
Teniendo en cuenta que actualmente el arancel medio que soportan las exportaciones de Estados Unidos es del 6,5%, mientras que el aplicado a las importaciones que realiza la economía estadounidense es de apenas un 3%, parece inevitable una subida de los aranceles medios. En cualquier caso, el momento temporal de aplicación de las medidas es muy relevante.
La reducción de impuestos se aplicará en el próximo año fiscal, no teniendo efectos hasta 2026, de tal forma que Trump cuenta con gran parte de este año para negociar los aranceles con cada uno de los distintos socios comerciales.
Si las negociaciones con los distintos afectados (especialmente sus dos socios de América del Norte, UE y China) no son fructíferas y los aranceles finales son elevados, el efecto sobre la inflación y el crecimiento desde que entren en vigor puede ser notable. Por el contrario, si no imponen aranceles adicionales a los actuales, pero se aplican las medidas de reducción de impuestos anunciadas, el déficit fiscal superará el 7%, poniendo en cuestión la sostenibilidad de la deuda pública estadounidense, con el consiguiente aumento de los tipos de los bonos del Tesoro y del coste financiero de la deuda.
Las pretendidas medidas de Trump están condicionadas por algunas luces rojas que, en caso de encenderse, le harán reconsiderar virar el rumbo.
- En primer lugar, el nivel de la inflación. No puede permitirse una inflación desbocada.
- En tercer lugar, el nivel del índice S&P 500 de la bolsa estadounidense. El propio Trump mide el éxito de su gestión en función de la evolución de la bolsa. El 41% de las ventas de las empresas integrantes del S&P 500 procede del exterior. Dichas ventas son susceptibles de aplicación de aranceles como represalia por parte de los socios comerciales.
A pesar de las caídas iniciales de las bolsas tras el efímero anuncio de los aranceles, los inversores no acaban de creerse que el aumento de los aranceles sea de la envergadura anunciada. Nos esperan meses de tensión internacional con amenazas y duras negociaciones, pero los órdagos de Trump están limitados por la evolución de la inflación, los tipos de interés y en última instancia por el nivel del S&P 500.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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