Ese objetivo ya no es tan esencial, y el nuevo Secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, se ha ocupado, estas últimas semanas, de enviar a los mercados el mensaje de que es indispensable un periodo de “desintoxicación” (detox) de la economía, aunque ello genere una recesión pasajera, una idea que el propio Trump asumió como propia en la famosa entrevista en Fox News el domingo 9 de noviembre. Wall Street respondió en la sesión del lunes 10 con fuertes caídas, que en el caso del Nasdaq fueron del 4% en la sesión, algo que no se veía desde hace mucho tiempo.
Pero las caídas se han ido moderando en las sesiones siguientes y, en concreto, esta última semana el S&P ha subido un 0,5%, poniendo fin a cuatro semanas consecutivas de caídas, y ello a pesar de los descensos semanales del 5% en valores tan importantes como Nike y FedEx. Por su lado, el Nasdaq ha subido un 0,17%, aunque varias de las “siete magníficas” siguen tocadas, y el Dow Jones ha sido el mejor, con un alza del 1,2%, ayudado por Apple (+2,2% en la semana) y Boeing (+10% en la semana). El Russell 2000 de pequeñas compañías también ha subido un 0,6% en la semana. Las bolsas europeas, salvo el Dax, han mantenido su buen momento, con el Ibex como gran estrella subiendo un 2,65% en la semana y el Eurostoxx avanzando un 0,4% en la semana. El Dax se ha dejado un 0,4%, en parte afectado por la caída del 5% en Rheinmetall, justo después de que el Bundestag aprobase el pasado miércoles el paquete de gasto de 500 mil millones de euros.
Podríamos concluir, si no fuese porque aún es demasiado pronto para hacerlo, que las bolsas se han sumado también a la idea de la recesión “saludable” y han decidido poner fin a su propia corrección, una corrección que, si se parase aquí, podría ser considerada también como “saludable”, ya que el S&P ha logrado salir de la zona de corrección técnica (caída del 10% desde máximos) y el Russell 2000 ha salido también de la zona de mercado “bajista” (caída del 20% desde máximos). Se habría salvado, por tanto, el escenario de desplome y las bolsas se dispondrían a volver a subir.
Pero la expectativa de una recesión suave y transitoria que dará paso después a la “edad de oro” prometida por Trump en su discurso inaugural del 20 de enero no es ni mucho menos compartida por todos. Economistas como Larry Summers, de Harvard, consideran que los aranceles provocarán una recesión que no será pasajera, y analistas como Peter Atwater llegan a decir que América puede convertirse en una economía “no invertible” (“un-investable”) como consecuencia de las políticas de Trump.
En nuestra opinión, para analizar con objetividad y rigor las propuestas económicas que Trump y su equipo están poniendo encima de la mesa, y para entender y evaluar el “trumpismo” y sus posibles consecuencias en la economía y en las bolsas, es necesario situar esas propuestas en el contexto previo a la llegada de Trump. Y lo primero es entender que ni la espiral de deuda y gasto público de estos últimos años ni el modelo de comercio internacional desequilibrado en el que, como decíamos en nuestro anterior comentario, Estados Unidos ha llegado a absorber casi la mitad del superávit comercial del resto del mundo, eran sostenibles. Y, por tanto, había que acabar con esa situación, pero ciertamente a partir de ahí hay que construir algo nuevo y algo que funcione. No basta con destruir, hay que construir algo mejor, según la dinámica de “destrucción creativa” a la que aludía el economista austriaco Joseph Schumpeter.
Da la impresión de que Trump, Musk, Vance, Bessent y el resto de quienes componen ese peculiar ejército “trumpista” de ocupación, están entregados de lleno y con gran entusiasmo, e incluso con éxito, por el momento, a la fase uno, la de la “destrucción”, con el DOGE, los aranceles y el “detox” como herramientas para lograrlo. Pero la fase dos, la de construir un modelo alternativo que funcione, nadie la tiene muy clara por el momento. Porque nadie piensa seriamente que el modelo alternativo sea la guerra de aranceles y el proteccionismo a ultranza y menos aún un aislamiento total de Estados Unidos. Sencillamente, como ya hemos dicho en comentarios anteriores, esos modelos no van a funcionar en el mundo actual, que es global y no puede dejar de serlo, nos guste o no.
Si volvemos a las bolsas, la novedad es que parece que los inversores empiezan a aceptar como asumibles los daños de una contracción limitada en el tiempo, para dar luego paso a la “tierra prometida” de la reactivación, tal y como promete el “trumpismo”. Y por eso, la caída se ha detenido en las proximidades de los 5.500 puntos del S&P. Pero en nuestra opinión no hay ni mucho menos base suficiente para pensar que las bolsas y los mercados de bonos confíen, al menos por ahora, en esa reactivación posterior basada en un nuevo “orden global” que permita corregir definitivamente la espiral de deuda y gasto público y articular un modelo de comercio internacional equilibrado. Dicho de otro modo, no está nada claro que tras esta pausa las bolsas vayan a retomar la senda alcista.
La Fed parece que tampoco tiene claro cuál va a ser el resultado final de esta nueva política de “electroshock” de Trump y por ello Jerome Powell en su discurso del pasado miércoles tras la reunión de la Fed, no solo no se comprometió a dar un calendario de bajada de tipos de interés, sino que además apuntó a un crecimiento más bajo y una inflación más alta (“weaker growth but higher inflation”) para describir lo que al parecer se avecina en la economía norteamericana. En Europa, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, decía la semana pasada, casi con las mismas palabras, que la consecuencia de los aranceles podría ser medio punto de menor crecimiento y medio punto de mayor inflación.
Es verdad que Powell lo describió como una ralentización moderada del crecimiento, sin que, según dijo, los datos que hoy tenemos apunten a una recesión, y es verdad también que dijo que el repunte de la inflación debería ser transitorio, pero una desaceleración con inflación, aunque no es todavía estanflación (estancamiento con inflación) corre el riesgo de convertirse en estanflación si la guerra de aranceles empeora las cosas. En definitiva, las bolsas se han tranquilizado y han detenido su caída, pero que retomen o no las alzas va a depender de lo que pase a partir del 2 de abril, día en el que Trump afirma que se aplicarán los aranceles a gran escala. Si se desata una guerra total será difícil que las bolsas descuenten un escenario de recesión moderada con inflación a la baja. Y si no llega la reactivación que debería seguir al “detox”, las bolsas pueden volver a las caídas, que ya no serían tan “healthy”.
Eso explica que la Fed, seguramente a la vista de datos como las ventas minoristas de febrero en Estados Unidos, que subieron un 0,2% en lugar del 0,6% estimado, y de indicadores como el de la Universidad de Michigan, que indica que los consumidores americanos creen que la inflación seguirá alta, hay sido cautelosa y, aunque no bajó los intereses el miércoles, sí que adoptó la decisión de pausar la reducción de los bonos del Tesoro de su balance, bajando la cantidad mensual a amortizar de 25.000 millones de dólares a 5.000 millones de dólares. Powell prefiere esperar a ver qué pasa con los aranceles y de momento ralentiza el ritmo del llamado “endurecimiento cuantitativo” (“QT quantitative tightening”) lo que equivale a decir que retira menos liquidez del mercado.
Los bancos centrales parecen haber entrado en una fase de compás de espera y, además de la Fed, esta última semana se han reunido el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón y el Banco de Suecia y han mantenido los tipos de interés sin cambios. El Banco Central de Suiza (SNB Swiss National Bank) bajó tipos un 0,25% en su reunión, pero señaló que no preveía recortes adicionales.
Poniendo todo lo anterior en la coctelera, nuestra lectura sería que las bolsas, tanto las americanas como las europeas, van a entrar, igual que la Fed, en compás de espera y que, de momento, van a parar su caída, pero no a rebotar.
Esta última semana de marzo hay datos preliminares de PMI de marzo a nivel global, y conoceremos los IPC preliminares de marzo en la zona euro, así como la confianza consumidora de la Conferencie Board en Estados Unidos. Un dato importante será también el deflactor de gastos personales de febrero (PCE deflator) en Estados Unidos el viernes, día en el que se publicará también la encuesta final de sentimiento del consumidor de la Universidad de Michigan.
Pero la atención de los inversores estará, sobre todo, en los mensajes de Trump, que ha calificado al 2 de abril, fecha de entrada en vigor de los aranceles generalizados, como “Día de la Liberación”. Habrá que ver si no es también el día en el que se inicie un periodo de fuertes turbulencias para los mercados financieros globales.
Juan Carlos Ureta Domingo
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