Las bolsas han prolongado, en la primera semana de junio, su espectacular remontada de mayo, tratando de superar, en el caso de las americanas, los máximos históricos de todos los tiempos, aunque, de momento, ni el S&P ni el Nasdaq han sido capaces de hacerlo, dejando así en el aire la duda de si vamos a ver esa ruptura de máximos.
El Eurostoxx ha subido un 1,2% en la semana, el Dax un 1,3%, el Ibex un 0,7%, el S&P un 1,5% y el Dow Jones un 1,2%, destacando en este inicio de junio las empresas de menor capitalización, con el Russell 2000 subiendo un 2,8% en la semana (a pesar de ello en el año, aún baja un 4,4%) y las tecnológicas con el Nasdaq subiendo un 2,2% y saliendo, además, de los números rojos, al conseguir un avance desde el uno de enero del 1,1%.
Los dos motores esenciales de las alzas esta semana han sido, por un lado, la sensación, cada vez mayor, de que la guerra comercial de Trump va a ir perdiendo fuelle poco a poco y, por otro, algunos datos macro positivos que alejan la idea de una recesión.
Empezando por la guerra comercial, es verdad que oficialmente los aranceles se mantienen como uno de los pilares fundamentales de la propuesta económica de Trump, pero, de hecho, lo que hemos visto son sucesivas dilaciones en su aplicación efectiva y un cambio muy visible de tono del propio Trump, que ha pasado de la teatral escenificación del “Día de la Liberación” el 2 de abril a aceptar rebajas muy sustanciales en los objetivos. Se ha difundido la idea de que Trump al final siempre cede (Trump Always Chichens Out - TACO) como, por ejemplo, en el caso de China, donde se empezó hablando de aranceles del 145% para bajar ahora a aranceles promedio del 30%.
Esa relajación en el conflicto comercial, unida a los datos que siguen mostrando un buen nivel de actividad, ha alejado el temor de una recesión en Estados Unidos, y este es, como decíamos, el segundo motivo que está detrás de las alzas. Las bolsas responden con entusiasmo a cualquier dato económico que mejore, aunque sea muy ligeramente, las expectativas. Un ejemplo lo tenemos en el informe de empleo mensual del pasado viernes, que mantuvo la tasa de paro en el 4,2% y anunció la creación de 139 mil puestos de trabajo en mayo, más de lo esperado, pero en línea claramente descendente respecto a los niveles de creación de empleo del pasado año y de los últimos meses. Recordemos que se crearon 143.000 empleos en enero, 151.000 en febrero, 228.000 en marzo y 177.000 en abril. La reacción de los bonos, de la Bolsa e incluso del dólar fue muy positiva, y se olvidaron completamente los temores que había suscitado el informe ADP de empleo semanal publicado el martes, que había mostrado una subida notable en las peticiones de subsidio de desempleo.
Pero tal vez las bolsas estén yendo demasiado lejos en su optimismo. La guerra comercial ha bajado a una escala más manejable, de la que nunca debería haber subido, y la recesión se aleja porque a lo mejor nunca estuvo realmente cerca, pero, por mucho que Trump ceda en sus posiciones iniciales, vamos a un mundo con aranceles más altos y con más trabas al comercio. Definitivamente el mundo ha cambiado, y pensar, como propone el execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional, Olivier Blanchard, en volver a las “viejas reglas” es una quimera, porque las grandes transformaciones, como la quiebra del viejo “orden multilateral”, la fragmentación geopolítica, la revisión del contrato social, la polarización social o el impacto de las redes sociales y de la Inteligencia Artificial se han incubado a lo largo de muchos años y han cambiado el mundo. Esas transformaciones no las ha creado Trump, más bien Trump es un producto de ellas y han llegado para quedarse. No es posible volver a las viejas reglas, porque están agotadas y pertenecen a un mundo que ya no existe, y tampoco parece viable, como propone Olivier Blanchard, hacer un frente común contra Estados Unidos aliándose con China. A nuestro juicio, dicho sea con todo respeto, actuar así es no entender nada de lo que está pasando y ser un “loser”.
El verdadero problema del “trumpismo” es que, de manera casi irreversible y por varios factores muy estructurales, el crecimiento económico del mundo occidental va a la baja y la deuda crece. Eso no quiere decir que entremos en recesión ni que venga necesariamente una crisis de deuda, pero en un entorno de crecimiento moderado, el problema de la deuda pasa a primer plano.
Por eso, la inquietud se ha desplazado ahora a una posible crisis en la deuda norteamericana, y eso es lo que reflejan los bonos del Tesoro americano, cuyo tipo de interés, como decíamos, ha superado el 5% en los plazos de 20 y 30 años. La cancelación del programa de reducción de gastos (DOGE) y la salida de Elon Musk y sus feroces críticas a la pomposamente llamada por Trump "Big Beautiful Bill" (Ley Grande y Hermosa), una ley que consagra un presupuesto extremadamente deficitario, indican que Trump ha olvidado completamente su promesa de corregir el déficit público, alimentando aún más los temores de esa posible crisis de deuda en Estados Unidos. Una crisis que, de producirse, tendría impacto global, pese a que algunos consideran que los bonos europeos se verían beneficiados al recibir el dinero que saldría de Estados Unidos. Más que ese desplazamiento de dinero, lo que posiblemente veríamos es una retracción del dinero en un entorno de desconfianza generalizada. Parafraseando lo que dijo del dólar el entonces secretario del Tesoro norteamericano, John Connally en 1971 (“our dollar, your problem”), la deuda americana es la deuda de Estados Unidos, pero es nuestro problema, el problema de todos (“our debt, your problem”).
Afortunadamente, la posibilidad de una crisis seria de deuda en Estados Unidos es un escenario evitable, y hay muchas medidas que se podrían poner en marcha antes de llegar a ese extremo. Una de ellas, que parece estar ya próxima, según han anticipado algunos miembros de la Reserva Federal, es que se eliminen los bonos del gobierno del cálculo del ratio de apalancamiento de los bancos, facilitando así a las entidades bancarias salir al rescate de la deuda si fuese necesario.
En definitiva, Trump ha dado marcha atrás en la guerra comercial y, en mi opinión la seguirá dando, pero se le abre un frente muy complejo para manejar el problema del crecimiento positivo, pero muy moderado, de su economía en los próximos trimestres y para manejar el problema de la deuda. Iremos viendo si los datos avalan esta visión o si, por el contrario, la economía vuelve a crecer con vigor o, alternativamente, a hundirse en la recesión. Pero el escenario central que planteamos no justificaría subidas bursátiles adicionales, ni siquiera aunque la Fed baje tipos.
Entramos en la segunda semana de junio con el S&P en 6.000 puntos, a menos del 3% de sus máximos históricos, con el dólar a 1,139 frente al euro, con el tipo de interés del bono del Tesoro americano a diez años en 4,5% y con un ambiente positivo, aunque no exento de cautela. La sostenibilidad de las cuentas públicas, sin duda alguna, ha pasado al primer plano de la escena y muchos piensan que es el verdadero “elefante en la habitación” de los mercados financieros actuales.
Esta semana tenemos en Estados Unidos como platos fuertes el miércoles el IPC de mayo, el jueves IPP de mayo y el viernes, el sentimiento del consumidor de la Universidad de Michigan preliminar de junio. El lunes empieza la conferencia global de desarrolladores de Apple (WWDC25), que con su descenso del 18,5% desde que empezó el año es la peor entre las grandes tecnológicas. Y el martes se publica el índice NFIB de confianza de las pequeñas empresas. En Europa, conoceremos el IPC de mayo en España y Alemania, y poco más.
A menos del 3% de sus máximos históricos y con un PER de 21 veces beneficios estimados, el S&P vuelve a parecer caro, pese a lo cual tres casas de análisis globales no estadounidenses, Barclays, Deutsche Bank y Royal Bank of Canada acaban de subir sus previsiones de cierre para fin de año en los tres casos por encima de los 6.000 puntos.
Como decíamos la semana pasada, aún a riesgo de equivocarnos, seguimos viendo difícil una ruptura de los máximos históricos en las bolsas americanas, porque lo importante no es ya que Trump relaje sus posiciones comerciales, sino que aborde seriamente el problema del déficit público y vemos, asimismo, un recorrido al alza limitado en las europeas, tras haber enfriado el BCE las expectativas de nuevas bajadas de tipos el pasado jueves.
Juan Carlos Ureta Domingo
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