Veinticinco años después del nacimiento del euro, Francia y Alemania vuelven a ser los enfermos de la Eurozona, aunque el diagnóstico y tratamiento recomendado en cada caso es muy distinto. A la inestabilidad de ambos gobiernos y la incertidumbre política, se suma el estancamiento económico en el caso de Alemania y el disparado déficit público francés (5,5% en 2023 y superior al 6% en 2024).
Conviene recordar que, con el nacimiento del euro (1999), se establecieron unas reglas fiscales en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que preveían sanciones a los países cuyos déficits públicos excedieran del 3% del PIB. Los primeros países en incumplir dicho límite fueron Francia y Alemania, quienes entre 2002 y 2005 presentaron déficits por encima de dicho nivel. No se impusieron sanciones a ninguno de los dos países y, en consecuencia, nunca se han impuesto sanciones a los países incumplidores en las siguientes dos décadas.
La situación de Francia es preocupante. Aunque su economía crezca en torno al 1%, mantiene un déficit público crónico superior al 6% y una deuda pública que a finales de 2023 se situaba en el 109,9% del PIB. Al menos desde 1978, todos los años ha presentado déficit público. De los últimos veinticinco años, solo en cinco de ellos el déficit ha sido inferior al 3%.
Con la reanudación de la aplicación de los criterios del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, tras el parón en su aplicación por la pandemia, Francia se ve obligada a reducir sustancialmente su déficit público: el exceso de los gastos sobre los ingresos públicos. Para ello, no le quedará más remedio que implementar reformas estructurales. Conociendo los antecedentes de Francia, la contestación social a cualquiera de estas reformas será considerable.
Adicionalmente, la primera medida adoptada por cualquier gobierno en Europa para reducir el déficit público es aumentar los impuestos, provocando efectos secundarios sobre el poder adquisitivo de las familias, y sobre la competitividad de las empresas francesas y el atractivo de Francia como país frente al resto de países de su entorno.
No es casualidad que la bolsa francesa sea la única de las grandes bolsas europeas que presente pérdidas en 2024 y que la prima de riesgo exigida al bono francés a 10 años esté en máximos desde 2012.
El caso de Alemania es radicalmente distinto. Su economía está estancada, habiendo sido el país de la Eurozona más afectado por la guerra de Ucrania, al haber perdido el acceso a la energía barata proporcionada por el gas ruso, fundamental para su industria.
No obstante, Alemania ha mantenido un férreo control sobre sus cuentas públicas, lo que le permite tener capacidad para realizar inversiones públicas que dinamicen el crecimiento. Esta medida no será fácil, ya que el control del déficit está recogido en la constitución alemana.
El control de la deuda está en el ADN alemán. Ya en 1969 se modificó la constitución alemana, estableciendo que el endeudamiento neto de un año no podía exceder el total de gastos destinados a la inversión en dicho año. Solo se establecían excepciones para evitar “perturbaciones del equilibrio económico general”.
En 2009, tras un acuerdo entre los dos grandes partidos alemanes, se llegó a un acuerdo para reformar las reglas constitucionales de la deuda (“freno de deuda”). El objetivo era reducir el nivel de deuda sobre el PIB, que había aumentado desde el 65% en 2007 al 84% en 2009 a causa de la gran crisis financiera. La norma se comenzó a aplicar en 2011. Se establecía que los presupuestos del gobierno federal y de los Länder deberían, en principio, estar equilibrados sin recurrir al endeudamiento. Solo se permite un déficit estructural del 0,35% del PIB.
Aunque hoy parezca una quimera, el principio esencial del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y del Pacto Fiscal que afecta a todos los países de la Eurozona, radica en que los Estados miembros deben lograr presupuestos cercanos al equilibrio o con superávit.
Uno de los principios del “freno de deuda” alemán es considerar la situación económica de forma simétrica: permitir aumentar el endeudamiento (de forma muy limitada) debido a factores cíclicos adversos; a cambio de suprimir dicho margen durante momentos de bonanza económica. Por supuesto, se establece la excepción para casos de desastres naturales o emergencias extraordinarias.
Dada la situación actual de Alemania, cada vez es más factible una modificación del “freno de deuda” alemán para ayudar a la economía alemana a salir del estancamiento actual. Requiere la mayoría de dos tercios del Parlamento. Conociendo los antecedentes del país germano, de producirse dicha modificación y permitir más déficit y, por tanto, más deuda, será con la condición de dedicar dicho endeudamiento a inversiones que permitan incrementar el crecimiento económico futuro.
Existe una gran diferencia entre mantener déficits permanentes para financiar gastos corrientes, como hace Francia, y aumentar el déficit para realizar inversiones que aumenten el crecimiento futuro, como puede hacer Alemania. Francia y Alemania son los enfermos europeos actuales, pero el diagnóstico de ambos es radicalmente distinto.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, director general de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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