En las guerras comerciales nadie gana, pero en la guerra comercial entre Estados Unidos y China la gran perdedora es Europa. Será el destino de gran parte de los bienes chinos antes destinados a Estados Unidos y, previsiblemente, el gobierno americano intentará un alejamiento de Europa de China, especialmente en productos tecnológicos.
Todos los movimientos de Trump desde el 2 de abril dejan claro que su principal adversario es China. Los aranceles impuestos a los productos chinos de hasta el 145% casi imposibilitan las exportaciones desde el gigante asiático a Estados Unidos.
Las exportaciones directas de China a EE.UU. han perdido peso en los últimos años, pasando de ser el 21% de las importaciones realizadas por EE.UU. en 2016 a apenas 13,4% en 2024. Esto se debe a que muchas ventas chinas se han triangulado a través de terceros países asiáticos. En algunas ocasiones, con mínimas modificaciones de los productos o componentes para evitar la etiqueta “made in China” y, en otras ocasiones, con la creación de fábricas en países como Vietnam. Mientras que el 60% de los productos intermedios importados por EE.UU. provienen de China, dicho porcentaje asciende al 90% si se incluyen los productos vendidos desde otros países, pero que originalmente proceden de China.

Curiosamente, los países desde donde más se han incrementado las exportaciones a Estados Unidos son aquellos que, a su vez, han recibido un mayor aumento de las exportaciones chinas. A modo de ejemplo, China ha incrementado las exportaciones a Vietnam en el último mes más de un 17%, a la vez que Vietnam tiene ya un superávit comercial con Estados Unidos de 124.000 millones de dólares.
China, ante la debilidad de su economía doméstica por la digestión de su burbuja inmobiliaria, necesita mantener un fuerte impulso de sus exportaciones para crecer a las tasas previstas. Así lo muestran, una vez más, los datos de su balanza comercial del pasado mes de marzo: las exportaciones crecen un 12,4%, mientras que las importaciones se reducen un 4,3%. La debilidad de la demanda interna es manifiesta. Es cierto que parte del incremento de las exportaciones se debe a mayores pedidos anticipándose al “Día de la Liberación”. En cualquier caso, China necesita seguir teniendo un sector exterior fuertemente exportador para mantener tasas de crecimiento económico cercanas a su objetivo del 5%.
Aunque en los últimos días se hayan relajado los aranceles sobre determinados productos chinos, como los teléfonos inteligentes, los ordenadores o los chips, es evidente que las exportaciones chinas a Estados Unidos con un arancel del 145% se resentirán sensiblemente. China se ve obligada a buscar mercados alternativos para sus productos. El único mercado comparable al mercado estadounidense por tamaño y capacidad adquisitiva es Europa. Ni el resto de Asia, ni Latinoamérica, ni mucho menos África, tienen capacidad ni tamaño para absorber las exportaciones que inicialmente irían dirigidas a Estados Unidos.
Esta situación no es nueva. En mayo del año pasado, la administración Biden impuso aranceles del 100% a los vehículos eléctricos chinos. El mercado alternativo identificado por los fabricantes chinos evidentemente fue Europa. Como consecuencia, ante el elevado flujo de vehículos eléctricos chinos, Europa impuso, a su vez, aranceles a los vehículos eléctricos chinos que oscilaban entre el 27% y el 45%, dependiendo de las marcas.
El año pasado la problemática para Europa solo se planteaba con los vehículos eléctricos. Ahora el problema es mucho más amplio, afectando a infinidad de productos de los más distintos sectores. Europa se enfrenta a una difícil disyuntiva:
- o bien impone aranceles a los productos chinos, al menos de forma sectorial, para proteger la industria europea;
- o bien no impone aranceles, permitiendo que los productos chinos inunden los mercados europeos, con un efecto deflacionista en los precios, pero mermando sensiblemente a la industria europea.
El problema de fondo radica en las ayudas estatales chinas a determinados sectores durante lustros, que le ha llevado a tener la mayor capacidad de producción del mundo. Así, a día de hoy, China cuenta con el 33% de la capacidad manufacturera mundial, mientras que en el momento de su entrada en la OMC (2001) apenas alcanzaba el 7%. En el caso de la producción de acero, hace 25 años producía el 3% del acero mundial. Hoy produce el 71%. El Reino Unido, cuna de la revolución industrial, ha cerrado todas sus acereras excepto una, que casualmente es de capital chino.
Adicionalmente a la inevitable inundación de bienes chinos, Estados Unidos utilizará las negociaciones de los aranceles para acordar muchos otros aspectos que nada tienen que ver con el comercio bilateral. Previsiblemente entre dichas demandas estará el presionar a Europa para que elija la tecnología estadounidense en lugar de la china, poniendo como ejemplos la inteligencia artificial y tecnología de satélites.
Sin duda, Europa será la gran perjudicada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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