
El Nasdaq Composite, al que dedicábamos nuestra sección el pasado lunes, ha iniciado junio con una nueva subida semanal del 2,2%, tras la subida de casi el 10% en mayo. La novedad es que con estos últimos avances el índice por excelencia de las acciones tecnológicas norteamericanas consigue abandonar los números rojos y subir un 1,1% en lo que va de año, en una demostración de fuerza de las tecnológicas como líderes del mercado alcista.
Esa fortaleza es aún más llamativa, en esta ocasión, porque va acompañada de cierta tensión latente en los bonos del Tesoro a largo plazo, tensión que ha crecido tras la aprobación de la “Big Beautiful Bill” y tras las feroces críticas de Elon Musk a esa ley, a la que ha calificado de “abominación repugnante” (“disgusting abomination”), asegurando que llevará a Estados Unidos directamente a la recesión.
El tipo de interés del bono del Tesoro a diez años cerró el viernes en el 4,5%, tras una semana bastante movida, que abrió el lunes en niveles del 4,4% para bajar el miércoles al 4,3% tras publicarse el informe ADP de empleo semanal en Estados Unidos, que mostraba un elevado número de peticiones de desempleo. Sin embargo, el viernes, el informe de empleo mensual de mayo arrojó una cifra de 139 mil nuevos empleos que, sin ser muy grande, superó las estimaciones de consenso y eliminó las dudas creadas por el mencionado informe ADP.
El 4,5% está todavía por debajo de los niveles de 4,8% de principios de enero y también por debajo del 4,6% que se alcanzó tras la aprobación de la Big Beautiful Bill y, por tanto, no es todavía un nivel inquietante, como lo sería el 5% que se alcanzó en octubre de 2023. Pero el fantasma de una posible crisis de deuda ha crecido al percibirse claramente que Trump se aleja de su compromiso de reducir el déficit y centra todos sus esfuerzos en pedir ayuda a la Fed.
En enero, el secretario del Tesoro americano, Scott Bessent, proclamaba la regla de los “tres treses”, siendo uno de ellos el objetivo de reducir el déficit público al 3%. Todo indica que ese objetivo ha sido guardado en el cajón, al ver que el déficit no lo va a arreglar ni la recaudación obtenida por unos aranceles que al final no van a ser tan altos como se pensaba ni el famoso y también ya olvidado programa DOGE, que perseguía un drástico recorte del gasto público y que, sin Elon Musk, se ha quedado huérfano.
La economía norteamericana tiene muchos recursos para evitar una crisis de deuda, pero tal vez lo primero y lo más importante sea que Trump rectifique el equivocado rumbo de sus cinco primeros meses en la Casa Blanca y vuelva a generar los necesarios vínculos de confianza con los aliados históricos de Estados Unidos, entre ellos Europa.
Esperemos que así sea porque una crisis de la deuda norteamericana no sería catastrófica solo para Estados Unidos sino también para Europa, cuyos países miembros también están, con alguna excepción, fuertemente endeudados.
Desde esta perspectiva podemos volver al revés la famosa frase pronunciada en 1971, en relación al dólar, por el entonces secretario del Tesoro norteamericano, John Connally, y decir que la deuda pública norteamericana es, obviamente, “su” deuda, pero es también “nuestro” problema.
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