El oro ha sido una reserva de valor desde la antigüedad. Sus propiedades de durabilidad, escasez, aceptación global y protección frente a la inflación son únicas entre los distintos activos. El oro ni se descompone ni se corroe, su cantidad es limitada, aunque creciente, y su aceptación como reserva de valor es universal.
Hasta 1971 existía el patrón oro. Las divisas de los países desarrollados eran convertibles al dólar y, a su vez, el dólar era intercambiable por oro físico a un precio “oficial” de 35,2 dólares por cada onza. Este sistema saltó por los aires cuando Nixon acabó de “forma temporal” con la convertibilidad del dólar estadounidense en oro. Dicha temporalidad inicial dura hasta hoy.
Cuando existía el patrón oro, es decir, una relación directa entre reservas de oro y dólares en circulación, se suponía que la emisión de dólares estaba limitada. Al desaparecer el patrón oro dicha limitación también desapareció. Más de cinco décadas después, ya nos hemos acostumbrado a que los Estados emitan de forma permanente cantidades ingentes de su propia divisa sin ningún respaldo adicional. Aunque parezca que dicha decisión es inocua, la realidad es que dicha divisa cada vez vale menos. La validez del dinero fiat está basada en la confianza, y en la aceptación de dicho dinero para pagar impuestos. Ya no existe el respaldo de algún activo tangible como en el caso del patrón oro. Es cierto que los bancos centrales tienen sus reservas en diversos activos, pero estas reservas no se incrementan a la velocidad que lo hace el dinero en circulación.
Cuando prácticamente todos los países aumentan la cantidad en circulación de su divisa, se produce la apariencia de un cierto mantenimiento del valor de una divisa frente a la otra, pero no frente a activos como el oro. El tipo de cambio del dólar frente al euro es prácticamente el mismo hoy que a principios del año 2000, 1,02 dólares por cada euro. Sin embargo, la depreciación de ambas monedas frente al oro desde entonces es del 90%. El oro ha pasado de 289 dólares la onza a 2.900 dólares.
Desde 1971 a nuestros días, el precio del oro en dólares se ha multiplicado por 76 (de 37,4 a 2.900 dólares). Dicho de otra forma, el dólar se ha depreciado frente al oro un 98,7%. Con un dólar actual solo se puede comprar el 1,3% de la cantidad de oro que se podía comprar en 1971. Del mismo modo, con un dólar (o con un euro) solo se puede comprar el 10% del oro que se podía comprar en el año 2000.
Desde 1971, la inflación acumulada en Estados Unidos es del 678%. Es decir, la cesta de la compra se ha encarecido en casi siete veces. Durante estas cinco décadas ha habido innumerables variaciones y ajustes en la forma de calcular la inflación. Llama la atención que el coste de la vida (inflación) en el periodo se haya multiplicado “solo” por 7 veces, mientras el oro se ha multiplicado por 76 veces.


En los últimos veinte años ha habido dos fuertes movimientos del precio del oro. Desde los albores de la crisis financiera en julio de 2007, cuando quebraron varios fondos de inversión del banco de inversión estadounidense Bear Sterns invertidos en hipotecas subprime, hasta marzo de 2013, el precio del oro se revalorizó un 140% pasando de 657 a 1.600 dólares la onza. Este periodo coincide con una desconfianza sobre la solvencia de los Estados ante la crisis financiera y una primera inyección de moneda (liquidez) por parte de los bancos centrales realizando cuantiosos rescates a todo tipo de instituciones financieras y a otro tipo de empresas. El segundo gran movimiento coincide con las políticas más extremas de emisión de moneda (liquidez) a través de los bancos centrales con motivo de la pandemia.
Son numerosos los factores que motivan la subida del precio del oro, pero indudablemente la desconfianza hacia las monedas tradicionales (dinero fiat) con la creación de dinero de la nada de forma creciente es uno de los principales factores.
Sin duda, la congelación y confiscación de las reservas de la Federación Rusa en dólares y euros ha llevado a la inmensa mayoría de los países no occidentales a dejar de considerar a los bonos del Tesoro estadounidense o de los distintos Estados europeos como una reserva de valor segura. Como alternativa, el aumento de las reservas de oro de los bancos centrales está siendo una constante.
Ser consciente de que el todopoderoso dólar estadounidense se ha depreciado un 98% frente al oro en cinco décadas debería ser motivo para reflexionar sobre el mantenimiento de elevadas proporciones del patrimonio personal en activos financieros de baja rentabilidad. A mayor emisión de moneda, menos valor de la moneda. En un año casi no se percibe. En muchos años el patrimonio se ve gravemente mermado.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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