La nueva Administración Trump está acometiendo determinadas acciones que sorprenden por su poca habitualidad. Una de ellas va a ser realizar una auditoría sobre el oro del Tesoro de Estados Unidos que la Reserva Federal tiene custodiado, principalmente en Fort Knox, una fortaleza de seguridad, escenario de múltiples películas de robos inverosímiles.
La auditoría será llevada a cabo por DOGE, el departamento de eficiencia gubernamental dirigido por Elon Musk. La idea es comprobar que todo el oro que supuestamente se encuentra allí, efectivamente existe. En definitiva, saber realmente cuánto oro posee el Tesoro de Estados Unidos. Fort Knox no ha sido auditado desde 1970, y de una forma exhaustiva desde 1953. Una auditoría en profundidad exigiría, no solo contar los lingotes físicos, sino pesarlos y determinar la pureza de cada uno de los lingotes de oro. De acuerdo con los datos del Tesoro de Estados Unidos, la Reserva Federal custodia 261,5 millones de onzas de oro, equivalentes a 8.133 toneladas métricas de oro, más de la mitad custodiado en Fort Knox.
Además de un sano ejercicio de verificación de la contabilidad del Tesoro con la realidad, este ejercicio de auditoría posiblemente esconde un objetivo pecuniario muy relevante. En la actualidad, el oro en el balance del Tesoro está valorado a un precio de 42,22 dólares la onza. Dicho precio contable no ha variado desde 1973, a pesar de que su valor se ha multiplicado por más de 70 veces desde entonces. La cotización actual del oro está cercana a los 3.000 dólares la onza. Revalorizar el precio del oro a su cotización actual, cercana a los 3.000 dólares la onza, supondría aflorar más de 773.000 millones de dólares.

Si se produjera la revalorización contable, se crearía directamente una liquidez de más de 770.000 millones de dólares que el Tesoro podría depositar directamente en la cuenta que mantiene en la Reserva Federal (TGA- Treasury General Account), equivalente a la cuenta corriente del Tesoro en la Reserva Federal.
La mayor parte del oro transaccionado hoy en día no implica entrega física del metal precioso, sino que se realiza a través de distintos instrumentos financieros, donde la mayoría de las operaciones están basadas meramente en papeles o anotaciones que certifican que existe oro físico de respaldo o en derivados financieros que, en última instancia, permitirían obtener la cantidad de oro transaccionada. Una eventual discrepancia puesta de manifiesto en la auditoría, entre la cantidad de oro contabilizada y la real, crearía una tormenta en el mercado del oro y en el de otros metales preciosos, creando una gran desconfianza en el respaldo real de determinados activos supuestamente respaldados por cantidades físicas del metal en cuestión. Podría tener incluso un efecto considerable en determinados bancos de inversión muy activos en estos mercados.
Aunque el actual Secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha negado que se vaya a realizar una revalorización del oro propiedad del Tesoro, la realidad es que dicha operación proporcionaría unos ingresos adicionales para el gobierno actual nada despreciables. Según las fuentes, dicha cantidad adicional oscilaría entre 700.000 millones y 1.000.000 millones de dólares, dependiendo del precio que se utilice para la revalorización, sin necesidad de emitir nueva deuda. Sería el equivalente a realizar un “quantitative easing” (QE), como los realizados por parte de la Reserva Federal desde 2008, pero sin la necesidad de mayor endeudamiento.
Uno de los anuncios de Trump ha sido la creación de un Fondo Soberano del Gobierno Estadounidense, al estilo de los fondos soberanos de los países árabes productores de petróleo, o del fondo soberano de Noruega. Hasta la fecha no se ha mencionado cómo se dotará de recursos financieros a dicho Fondo Soberano. Teniendo en cuenta el problema de déficit de las cuentas públicas y el nivel de deuda pública, no parece factible emitir nueva deuda para financiar el nuevo Fondo Soberano. Conseguir los recursos necesarios a través de un mero apunte contable por la revalorización del oro, propiedad del Tesoro y custodiado por la Reserva Federal, parece una solución óptima a dicha necesidad, sin aumentar ni el déficit ni la deuda.
Aunque en más de 50 años no se haya revalorizado el precio del oro en el balance del Tesoro y, ante la necesidad de obtener recursos de cualquier lado, no es en absoluto descartable una revalorización del precio al que está contabilizado el oro. De ocurrir, solo sería cuestión de tiempo que el resto de los países hicieran lo mismo, provocando en conjunto una nueva inyección de liquidez en la economía mundial. Ello sería bien acogido por las bolsas y los mercados de activos, pero tendría de nuevo el peligro de crear tensiones inflacionistas. De momento es solo una hipótesis. Veremos si se convierte en realidad.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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