Opinión

Bancos y petroleras impulsan otro 'Trump Trade', pero ¿será como en el 2017?

Hace diez años, en enero de 2017, Donald Trump iniciaba su primera presidencia de EE. UU. en un mundo dividido entre quienes celebraban con entusiasmo su llegada, alabando sus políticas “reflacionistas” y desreguladoras, y quienes, por el contrario, pensaban que Trump iba provocar una auténtica catástrofe con su proteccionismo y su particular forma de hacer política, tan alejada de lo convencional. Los mercados financieros y en particular las Bolsas se alinearon desde el primer momento con la primera opción y acogieron de forma entusiasta a Trump. De hecho, cuando Trump asumió la presidencia en enero de 2017, el S&P no llegaba a los 2.400 puntos, y cuando la dejó en enero de 2021 estaba muy cerca de los 4.000 puntos, tras haber ganado más de un 60% en el periodo.

Hoy, diez años después, la historia se repite, y el mundo contempla la toma de posesión de Trump dividido entre quienes auguran un futuro sombrío con Trump y sus tecnoligarcas, y quienes reciben con optimismo su ‘rentrée’. Tal vez sea bueno recordar que en la anterior ocasión las Bolsas acertaron y que, pese a los temores iniciales, el saldo final fue, con sus errores y sus aciertos, bastante positivo en lo económico. Probablemente ese recuerdo es el que motivó las fuertes subidas de las Bolsas americanas en noviembre tras la victoria de Trump, redondeando un brillante año 2024 en el que tanto el S&P como el Nasdaq por segundo año consecutivo tuvieron alzas de más del 20%.

Sin duda, mensajes como la bajada de impuestos, la desregulación, o los estímulos a las empresas americanas y los aranceles a las extranjeras, o como la reversión de los excesos del ‘wokismo’, que había llegado en algunos casos a extremos verdaderamente ridículos, gustan a los inversores que, como decíamos la semana pasada, se han fijado en la mitad buena del ‘trumpismo’, la de las bajadas de impuestos y la desregulación, olvidándose de la otra mitad, mucho más inquietante, la del impacto negativo de los aranceles y la deuda publica desbocada.

Pero conviene poner en contexto el paralelismo con la primera legislatura de Trump, y analizar en qué medida la situación es comparable y cabe por tanto esperar una repetición, en términos bursátiles, de lo sucedido entre 2017 y 2021.

Simplificando mucho podemos decir que Trump se encontró en el 2016 con una economía que empezaba a recuperarse de la crisis financiera de 2008, impulsada por la innovación tecnológica permanente, y por la abundante liquidez inyectada por la Fed. Innovación tecnológica y liquidez fueron los dos factores de impulso de la economía y sobre esos dos pilares Trump construyó su ‘trumponomics’ y su ‘reflación’ liberando a las empresas de cargas burocráticas, de impuestos excesivos, y en alguna medida también de la competencia china.

La innovación, cuya última manifestación es la inteligencia artificial generativa, sigue hoy transformando la economía de forma muy estructural y profunda y permitiendo un crecimiento sostenido sin grandes tensiones ni desequilibrios. Poco a poco estamos entrando en la sociedad el conocimiento del siglo XXI, y la fuerza transformadora y a la vez creativa de la innovación, penetra en todos los sectores y en todas las áreas geográficas, provocando una auténtica revolución en términos de productividad y de progreso, y desplazando valor desde quienes se quedan atrás a quienes saben anticiparse. Esa innovación se financia generosamente por los mercados, alimentados a su vez por la extraordinaria liquidez generada por los Bancos Centrales. La semana pasada recordábamos como el balance de la Fed pasó de menos de un trillón (billón europeo) de dólares en 2007 a más de nueve en 2022, y ahora sigue estando en más de siete. 

Gracias a esos dos factores hoy, en enero de 2025, al tomar posesión Trump, la economía norteamericana vive un momento dulce, con buen crecimiento económico, altos niveles de empleo y elevada confianza de los consumidores y de los inversores, que permiten a las empresas norteamericanas seguir dando beneficios crecientes, como lo hemos visto en las primeras presentaciones de las cifras del cuarto trimestre que tuvieron lugar el jueves y viernes pasados.

Pero hay algo diferente en esta ocasión, y ese algo diferente es el entorno monetario y de liquidez. En 2017 la Fed estaba inmersa de lleno en la llamada ‘flexibilización monetaria cuantitativa’, la famosa QE (quantitative easing) unida a los tipos de interés cero o negativos (ZIRP zero interest rate policy). La Fed no solo continuó esa política monetaria expansiva durante todo el mandato de Trump, sino que, además, la llevó a su extremo en el 2020, con motivo de la pandemia. En los cuatro años de Trump el balance de la Fed más que se duplicó, en la mayor expansión cuantitativa conocida en la historia.

Hoy la Fed está en una fase menos expansiva. De hecho, está intentando gestionar y ordenar de forma cautelosa los efectos, entre ellos la inflación pero no solo la inflación, y ese enfoque no expansivo genera, como decíamos la semana pasada, un potencial “choque de trenes” con los nuevos “alquimistas” de Silicon Valley que rodean a Trump, los tecnoligarcas llamados a tener una gran influencia en las decisiones económicas en este segundo mandato. No deja de ser curioso que algunas de las líneas de fondo de esos tecnócratas, como la puesta decidida por el bitcoin, que ha hecho suya Trump, vayan en la misma dirección de fondo de racionalidad monetaria que pretende la Fed, pero esta no es sino una de las muchas contradicciones que el ‘trumpismo’ deberá gestionar.

En definitiva, la gran diferencia con el 2017 es que ya no está tan claro que el ‘trumpismo’ vaya a contar con unas políticas monetarias de apoyo tan expansivas como las que tuvo en la primera legislatura. Políticas de apoyo, todo hay que decirlo, de las que ha disfrutado también Biden y que han hecho posible que en los cuatro años de Biden el S&P haya subido también más de un 50%, casi lo mismo que subió con Trump.

Esas dudas estarán presentes en los primeros compases de la nueva era Trump, y posiblemente crearán cierta volatilidad en las Bolsas y en los mercados de bonos, como ya hemos visto en las tres primeras semanas del año.  De momento esta tercera semana las Bolsas americanas han subido, al calor del buen dato de inflación subyacente de diciembre y al calor de los primeros anuncios de resultados empresariales, haciendo buena la puesta por el rebote que formulábamos al finalizar nuestro anterior comentario. El IPC se publicó el pasado miércoles, y bajó al 3,2% frente al 3,3% que se esperaba, dejando buenas sensaciones tanto por el lado del precio de bienes como del de los servicios. En cuanto a los beneficios empresariales, las primeras cifras presentadas la semana pasada por los grandes Bancos han sido muy buenas.

Trump tomará posesión hoy lunes tras una semana fuertemente alcista en Wall Street, que permite a todos los índices estar en positivo desde uno de enero, justo lo contrario que hace siete días. El Dow Jones ha subido un 3.7% y el S&P un 2.9%. Para ambos índices es la mayor ganancia semanal desde la semana de la elección presidencial de noviembre, gracias sobre todo en esta ocasión a los grandes Bancos que presentaron sus resultados el jueves y viernes y a las petroleras, favorecidas por la subida del precio del crudo ligero (WTI) a 78 dólares y del Brent a 81 dólares.

Por dar algunos números, en Bancos Citigroup, Goldman Sachs y Morgan Stanley han subido más del 10% en la semana, JP Morgan el 8% y Bank of America un 3,15%. En petroleras Exxon ha avanzado un 5,4% en la semana, Marathon Petroleum un 7,3% y Valero Energy un 10,9%. El Nasdaq ha subido algo menos, un 2,5% en la semana, en parte afectado por Apple que ha caído un 2,9% y en parte por el discreto comportamiento de otras de las grandes, como Meta que ha bajado un 0,5%. El Russell 2000 de pequeñas compañías sube 1,6% en la semana y desde inicio de año el 2%

Las Bolsas europeas también han subido (Eurostoxx y Dax +3,4% en la semana, CAC +3,8%) impulsadas sobre todo por las firmas de lujo (Richemont subió un 17% el jueves) y por algunas automovilísticas como Volkswagen e industriales como Arcelor. El Shanghai Composite y el Hang Seng de Hong Kong, también han subido celebrando la buena balanza comercial de diciembre y el anuncio del 5% de crecimiento del PIB chino en el cuarto trimestre, pero el Nikkei japonés ha bajado un 1,9% en la semana tal vez por la casi segura subida de tipos que acordará el Banco de Japón este próximo jueves. Recordemos la gran turbulencia de principios de agosto por la subida de tipos del Banco de Japón.

Los resultados han impulsado las Bolsas esta última semana, al haber superado de lejos las estimaciones de consenso de los analistas, y es previsible que lo sigan haciendo. Esta semana entramos ya en empresas tecnológicas como Netflix o de consumo como Johnson&Johnson y Procter&Gamble, o financieras como American Express. Esos y otros resultados tendrán su impacto en las Bolsas, pero también lo tendrán los mensajes de Trump en el ‘inauguration day’ y las derivadas de esos mensajes para la inflación y para las decisiones de la Fed en relación con los tipos de interés

A los inversores les gusta buscar un paralelismo entre el primer mandato de Trump y este segundo mandato, y muchos piensan que Trump está mucho mejor preparado ahora que hace ocho años para asumir la responsabilidad de dirigir la política estadounidense, y que además está rodeado de las mejores mentes de Silicon Valley. Todo eso es verdad y debería ayudar a Trump y ayudarnos a todos, pero el mundo ha cambiado y aunque los problemas son los mismos, las respuestas tal vez no deban ser ya las mismas que en el 2017. Iremos viendo.

Juan Carlos Ureta Domingo
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