La incertidumbre actual sobre los aranceles que finalmente acabará aplicando Estados Unidos y la eventual respuesta en forma de represalias de los socios comerciales afectados está creando un daño real en la economía.
La confianza es esencial para la toma de decisiones de los consumidores y de las empresas. La incertidumbre es el peor enemigo de la confianza y, por tanto, de la economía. Ante la incertidumbre, tanto los consumidores como las empresas son más cautos en sus decisiones de gasto o de inversión. Ante un incremento de la incertidumbre las familias son más reticentes a realizar gastos no estrictamente necesarios como ocio o vacaciones, y pospondrán o cancelarán inversiones como la compra de un coche, una televisión o un electrodoméstico nuevo. Por su parte, ante una situación de elevada incertidumbre las empresas posponen o incluso cancelan proyectos, inversiones y paralizan nuevas contrataciones de personal hasta que la incertidumbre disminuya. Hemos entrado en una economía de “esperar y ver” (wait and see), donde muchas decisiones se aplazan hasta que se despejen las actuales incertidumbres.
La principal incertidumbre económica actual está provocada por la política arancelaria de Trump. La incógnita reside en qué nivel quedarán los aranceles aplicados por Trump a sus socios comerciales y si dichos aranceles darán lugar a represalias de los países afectados, desembocando en una guerra comercial, que causaría un serio daño adicional al crecimiento global y un repunte de la inflación.
Trump ha denominado el 2 de abril como el “Día de la Liberación”. En ese día se anunciarán los aranceles recíprocos que Estados Unidos aplicará a los distintos países en función de un análisis realizado país a país. Para la determinación de los aranceles recíprocos se analizan:
- la diferencia de porcentajes de aranceles aplicados por dicho país y los aplicados por EE. UU. a los productos de dicho origen;
- las trabas existentes a las exportaciones de productos estadounidenses;
- las subvenciones que dicho país haya proporcionado a sus propias empresas, de tal forma que esté permitiendo la obtención de unos precios de venta de sus productos que atentan contra la libre competencia;
- adicionalmente se compara el nivel del impuesto a las ventas en EE. UU. (sales tax) con el IVA aplicado a dicho productos.
Conviene tener en cuenta la situación de partida. Antes de la entrada en vigor de todos los aranceles anunciados, y gran parte suspendidos de momento, las exportaciones de Estados Unidos al resto del mundo sufren un arancel del 6,5% de media, mientras que las importaciones que llegan a suelo estadounidense soportan un arancel medio del 3%.
Es entendible que dicha situación se pretenda revertir, aunque con los ingredientes del análisis de los aranceles recíprocos las tensiones con los distintos socios comerciales están garantizadas. La inclusión de las subvenciones en el análisis claramente está orientada a las ingentes ayudas proporcionadas por las autoridades chinas a determinados sectores. (Por cierto, la UE ha abierto una investigación a la inversión de una fábrica china de coches eléctricos en Hungría por posibles ayudas de estado por parte de China que distorsionan la competencia).
La inclusión del IVA como parte del análisis genera sorpresa, ya que el impuesto sobre el valor añadido se aplica tanto a las importaciones como a los productos elaborados dentro de la UE. Si realmente se tiene en cuenta en la decisión final sobre los aranceles recíprocos podría dar lugar a aranceles muy elevados sobre los productos europeos.
La incertidumbre sobre los aranceles está provocando numerosos e indeseados efectos:
- Elevada volatilidad en las bolsas. Cada declaración o titular sobre el nivel de los aranceles provoca una reacción en las bolsas. La (pen)última declaración de Trump en el sentido de minorar el nivel final de los aranceles recíprocos ha sido recogido con subidas en las bolsas.
- Elevada volatilidad en los tipos de interés de los bonos. En el caso del bono del Tesoro estadounidense, provocando caídas en los tipos de interés de los bonos ante el temor a una recesión por la incertidumbre arancelaria.
- Economía de “esperar y ver” (wait and see economy). La incertidumbre ralentiza el consumo y las decisiones de inversión de familias y empresas, pudiendo provocar un círculo vicioso si la situación actual de incertidumbre permanece durante largo tiempo.
- Incertidumbre sobre la inflación. Uno de los miedos asociados a la guerra arancelaria es el aumento de la inflación. De hecho, las expectativas de inflación en Estados Unidos se han disparado, aunque todavía no se haya trasladado a un aumento real de los precios al consumo.
- Incertidumbre sobre la actuación de los bancos centrales. Ante la incertidumbre sobre el enfriamiento de la economía y el repunte de las expectativas de inflación, los bancos centrales son incapaces de transmitir un mensaje claro sobre su actuación futura. Se hace más difícil prever la evolución de los tipos de interés de corto plazo.
- Como consecuencia de todo lo anterior, la incertidumbre sobre los tipos de cambio del dólar estadounidense es palpable, con oscilaciones superiores al 6% frente al euro en las últimas semanas.
Cuanto antes acabe la incertidumbre sobre los aranceles mejor para la economía. Cuanto más tiempo estén las familias y las empresas en modo “esperar y ver”, mayor será el daño sobre la economía. Esta situación es más intensa en Estados Unidos que en Europa.
El 2 de abril es una fecha relevante, al conocerse los aranceles recíprocos que, inicialmente, impondrá EE. UU. al resto del mundo. En cualquier caso, no será el final de la incertidumbre arancelaria, sino solo una nueva fase en esta extraña forma de negociar los aranceles con los socios comerciales. De momento, la incertidumbre seguirá presente. Esperemos que por poco tiempo.
Artículo escrito por Jesús Sánchez-Quiñones, Consejero-Director General de Renta 4 Banco, en El Economista.
Jesús Sánchez-Quiñones González
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