La guerra aranceleraria y sus potenciales consecuencias, principalmente el temor a estanflación en EE.UU., han presionado a la baja tanto a las bolsas como al dólar en las últimas semanas.
Aunque el Día de la Liberación (2-abril) tenía como objetivo buscar la reciprocidad comercial entre EE.UU. y sus socios, la agresividad de los aranceles anunciados por Trump ha generado movimientos negativos en los mercados financieros, especialmente en los activos americanos. Estamos ante el mayor nivel de aranceles en un siglo y con un cálculo caracterizado por la arbitrariedad.
Dos han sido los focos principales de preocupación que han intensificados las caídas: China y Powell. Sin embargo, ha habido un factor, que es la fuerte subida del coste de la deuda americana, que ha llevado a Trump a suavizar su postura y a anunciar, el pasado 9 de abril, una tregua de 90 días para países que no tomen represalias y negocien (que no incluye a China, que sigue siendo el “enemigo a batir”). Asimismo, ha moderado su tono respecto a Powell y China.
Esto ha permitido cierta recuperación de las caídas en bolsa, aunque es previsible que persista una elevada volatilidad a la espera del resultado de las negociaciones comerciales, y donde previsiblemente seguiremos viendo movimientos rápidos a golpe de declaraciones. En este sentido, en las próximas semanas/meses, estaremos atentos a las negociaciones, con primeras señales de desescalada ya visibles, como son la moderación de aranceles a automóviles para beneficiar a las compañías que tengan su producción en EE.UU. o ciertas exenciones entre EE.UU. y China para productos sobre los que tienen dependencia. Es previsible que los primeros acuerdos comerciales se firmen con países asiáticos como Japón o Corea del Sur. Consideramos que las negociaciones irán más allá de lo comercial (“one stop shop”).
En cuanto a los impactos de los aranceles en crecimiento e inflación, dependerán del resultado final de las negociaciones, pero también de cuánto se tarde en negociar, en la medida en que la incertidumbre pesa sobre las decisiones de consumo e inversión (en este sentido estamos viendo notable deterioro de las encuestas de confianza, sobre todo consumidora) y sobre los activos financieros.
En cualquier caso, parece que el impacto será mayor en crecimiento que en inflación, y uno de los principales perjudicados, en el corto plazo, podría ser EE.UU. (desaceleración sí, recesión no) donde, como comentábamos en nuestro anterior informe, las políticas Trump supondrán dolor a corto plazo, aunque con previsible ganancia a largo plazo.
Hemos aprovechado las caídas en bolsa EE.UU. para incrementar posiciones a medio plazo, en la medida en que consideramos que el mercado recoge sólo el impacto negativo a corto plazo de las políticas de Trump (aranceles, DOGE) pero no su potencial impacto positivo a medio plazo (refuerzo de las manufacturas americanas, mayor eficiencia) ni el efecto positivo que podrá tener la implementación del resto de sus políticas (reducción de impuestos, desregulación)
Este posicionamiento queda reflejado en la composición de nuestra cartera dinámica, con un 42% en Renta Fija y duración en torno a 3 años, y un 58% en renta variable, tras haberla aumentado desde el 53% de hace un mes.
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Natalia Aguirre Vergara
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