Esta semana, la narrativa del cripto no gira en torno al precio de Bitcoin ni a las decisiones de la Fed, sino a algo mucho más profundo: el control del dinero.
La Casa Blanca ha dado un paso atrás. El Departamento del Tesoro eliminó a Tornado Cash —un mixer* de Ethereum— de la lista de entidades sancionadas por la OFAC, revocando la decisión tomada en 2022. Aunque el caso sigue abierto para sus desarrolladores, el mensaje es claro: en la era Trump, la postura hacia el cripto ya no es de confrontación frontal.
La medida llega junto con otros movimientos simbólicos: la SEC ha desestimado varias demandas contra empresas cripto, y hasta se plantea una regulación “pro stablecoin” que abra la puerta a nuevos actores... como el propio Trump.
Sí, has leído bien. Su proyecto World Liberty Financial acaba de anunciar el lanzamiento de USD1, una stablecoin respaldada por dólares y bonos del Tesoro, en un intento evidente de competir con USDT y USDC. En paralelo, Fidelity está probando su propia stablecoin. ¿Casualidad?
Estamos presenciando el nacimiento de una nueva carrera: quién controla el dólar en formato digital.
Mientras en Occidente debatimos si los ETFs afectan al precio de BTC, en muchas partes del mundo las stablecoins se han convertido en una necesidad vital. Lugares como Nigeria, Líbano o Turquía están viviendo una transformación financiera sin precedentes.
En el Líbano, el colapso del sistema bancario convirtió al USDT y USDC en las únicas formas viables de preservar el valor. En Nigeria, las restricciones al acceso al dólar impulsaron a millones a utilizar stablecoins para remesas, comercio y ahorro. Y en Turquía, con una inflación desbocada, el USDT ha pasado a ser un refugio frente a una lira cada vez más devaluada.
En estas regiones, stablecoins no son activos especulativos, sino la única alternativa funcional a un sistema bancario roto. La adopción no se da por hype, sino por necesidad.
Y mientras las stablecoins se consolidan como base del sistema, el apetito por Bitcoin como reserva de valor sigue creciendo. GameStop ha aprobado una emisión de bonos por 1.300 millones de dólares para comprar BTC, siguiendo el camino de MicroStrategy. Este movimiento se une a los recientes esfuerzos de Estados Unidos por establecer una “Reserva Estratégica de Bitcoin”, y a compras continuas por parte de países como El Salvador, Rusia y Abu Dhabi.
Las empresas tampoco se quedan atrás: Tesla, Block, Metaplanet y Semler Scientific siguen acumulando. Y los grandes gestores como BlackRock, Fidelity o Ark ya tienen los ETFs para canalizar la demanda institucional. Si antes el oro era poder, hoy Bitcoin se está convirtiendo en un activo geopolítico.
Mientras tanto, en los mercados globales las bolsas subieron no por buenas noticias, sino por la ausencia de malas. Trump insinuó que sus tarifas no serán tan agresivas, y eso bastó para que los mercados reaccionaran con alivio.
El patrón se repite: los activos de riesgo —cripto incluido— se están moviendo más por percepciones que por fundamentos. Un simple gesto de moderación puede provocar subidas. En este contexto, la narrativa lo es todo.
El sector cripto está en plena transformación. De ser visto como una amenaza por gobiernos y bancos, ahora comienza a ser integrado (y en algunos casos, cooptado) por ellos. La aparición de stablecoins estatales, alianzas entre exchanges y gobiernos, y fondos soberanos acumulando BTC son señales de que estamos entrando en una nueva fase.
Pero la pregunta persiste: ¿seguirá siendo cripto una herramienta para la libertad financiera, o acabará siendo solo otra pata del sistema tradicional?
Lo sabremos pronto.